F Años luz - Carlos Sánchez Viamonte

Años luz

de James Salter
(Salamandra, Barcelona, 2015, 384 páginas)


La prosa es espléndida, cuidada, de exquisita belleza y muy personal (“…pero lo distrajo la risa de Nedra. Era un desahogo, una prenda de la que se despojaba, como de unas medias ya quitadas, como de un albornoz en la playa.”). Sus descripciones son minuciosas, plenas de detalles y de asociaciones. A veces se vuelve caudalosa. Jaime Zulaika ha realizado una traducción notable del original inglés.

La novela se centra en el matrimonio Berland. Viri es un arquitecto melancólico que sueña con construir un edificio famoso; en cambio su esposa Nedra se muestra ágil, dinámica, temperamental. Tienen dos hijas: Franca y Danny, ambas de carácter inestable.

Les encanta el teatro y se pasean por restaurantes, bares y frecuentan cenas en su propia casa y en las de sus amigos. Disfrutan de los placeres culinarios con comidas finas y vinos de calidad. También beben tragos sofisticados en abundancia. Son altos consumidores, poseedores de una cultura exquisita y muchas inquietudes intelectuales. E, inescrupulosamente, mantienen relaciones extramatrimoniales, hasta con personas que pertenecen a su círculo íntimo: la hipocresía es en ellos una actitud natural. Y esas escenas amatorias y adúlteras están maravillosamente narradas, con imágenes y metáforas creativas que dan cuenta de un placer enorme.

En todos los personajes, sobre todo en el hogar de los Berland, parece reinar la felicidad. Sin embargo, ellos son complicados, están abrumados por pensamientos rebuscados –aunque inteligentes–, como si el tedio y la insatisfacción los agobiara: “Era, en definitiva, un buen padre…es decir, un hombre ineficaz.” Hasta que al promediar la novela Nedra revela que ha perdido su interés por el matrimonio ya que lo considera una cárcel: “Me aburren las parejas felices. No creo en ellas. Son falsas (…) Viri y yo somos amigos, buenos amigos. Creo que lo seremos siempre. Pero lo demás, lo demás ha muerto.”. Y él: “De repente se sentía vulnerable, desvalido. (…) Lo asaltó ese momento de pavor inconfesable en que uno comprende que su vida no es nada.”

Con el correr de los años, el grupo de amigos empieza a temer la vejez y encuentra que “la vida no será lo que soñabas”.

El autor fue impregnando Años luz de un tono amargo y patético, un escepticismo crudo sobre las posibilidades que parece ofrecer nuestra existencia. Y no señala ninguna esperanza de que ese destino se pueda cambiar.

James Salter (Nueva York, 1925-2015) estudió Ingeniería en West Point y en 1945 ingresó en las Fuerzas Armadas, en las cuales permaneció doce años. Llegó a ser piloto de combate y participó como voluntario en la guerra de Corea, en la cual realizó unas cien incursiones aéreas. Esta experiencia bélica la utilizó en The Hunters (1957), su primera novela.

Ejerció el periodismo y fue también un importante guionista de cine. Su verdadero nombre era James Arnold Horowitz, que cambió por el de James Salter en 1962.

En l988 su colección de relatos Anochecer recibió el PEN/Faulkner Award. En 2000 fue nombrado miembro de The American Academy of Arts and Letters. En 2012 obtuvo el PEN/Malamud Award. En 2013 publicó su novela Todo lo que hay, considerada la mejor de su producción, y poco después obtuvo el Premio Windham Campbell. Entre sus obras se encuentran Juego y distracción (1967), En solitario (1979), la colección de relatos La última noche (2005) y su libro de memorias Quemar los días (1997).

Germán Cáceres

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