Felices fiestas
Campeones del mundo
CONVERSATION
Groucho Marx
"Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente''.
"El matrimonio es la principal causa de divorcio''.
"Nunca olvido una cara, pero en su caso estaré encantado de hacer una excepción''.
"Cuando muera quiero que me incineren y el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi representante''.
"Debo confesar que yo nací a una edad muy temprana''.
"Jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como miembro a alguien como yo''.
"La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados''.
"No piense mal de mí, señorita; mi interés en usted es puramente sexual''.
"¿No es usted la señorita Smith, hija del multimillonario Smith? ¿No? Perdone, por un momento pensé que me había enamorado de usted''.
"Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas, un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna''.
"Tuve una brillante tarde, pero esta no fue''.
"La televisión es muy educativa, siempre que alguien la enciende voy a otra habitación y leo un buen libro''.
"Es usted la mujer más bella que he visto en mi vida, lo cual no dice mucho en su favor''.
"¿Por qué debería preocuparme por la posteridad, que ha hecho la posteridad por mí?''
"Fíjate en mí, me he esforzado por llegar de la nada a la pobreza extrema''. * "Disculpen si los llamo caballeros, pero es que no los conozco muy bien''.
"Estos son mis principios, si no les gustan tengo otros''.
"Si eres capaz de hablar sin parar, al final te saldrá algo gracioso, brillante e inteligente''.
"El matrimonio es la principal causa de divorcio''.
"Nunca olvido una cara, pero en su caso estaré encantado de hacer una excepción''.
"Cuando muera quiero que me incineren y el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi representante''.
"Debo confesar que yo nací a una edad muy temprana''.
"Jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como miembro a alguien como yo''.
"La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados''.
"No piense mal de mí, señorita; mi interés en usted es puramente sexual''.
"¿No es usted la señorita Smith, hija del multimillonario Smith? ¿No? Perdone, por un momento pensé que me había enamorado de usted''.
"Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas, un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna''.
"Tuve una brillante tarde, pero esta no fue''.
"La televisión es muy educativa, siempre que alguien la enciende voy a otra habitación y leo un buen libro''.
"Es usted la mujer más bella que he visto en mi vida, lo cual no dice mucho en su favor''.
"¿Por qué debería preocuparme por la posteridad, que ha hecho la posteridad por mí?''
"Fíjate en mí, me he esforzado por llegar de la nada a la pobreza extrema''. * "Disculpen si los llamo caballeros, pero es que no los conozco muy bien''.
"Estos son mis principios, si no les gustan tengo otros''.
"Si eres capaz de hablar sin parar, al final te saldrá algo gracioso, brillante e inteligente''.
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Última semana
Informamos que la Biblioteca Popular Carlos Sánchez Viamonte cerrará sus puertas al público el próximo viernes 16 de diciembre. Volveremos tras el receso estival a comienzos de febrero del próximo año.
CONVERSATION
Los merengues, de Julio Ramón Ribeyro
Apenas su mamá cerró la puerta, Perico saltó del colchón y escuchó, con el oído pegado a la madera, los pasos que se iban alejando por el largo corredor. Cuando se hubieron definitivamente perdido, se abalanzó hacia la cocina de kerosene y hurgó en una de las hornillas malogradas. ¡Allí estaba! Extrayendo la bolsita de cuero, contó una por una las monedas -había aprendido a contar jugando a las bolitas- y constató, asombrado, que había cuarenta soles. Se echó veinte al bolsillo y guardó el resto en su lugar. No en vano, por la noche, había simulado dormir para espiar a su mamá. Ahora tenía lo suficiente para realizar su hermoso proyecto. Después no faltaría una excusa. En esos callejones de Santa Cruz, las puertas siempre están entreabiertas y los vecinos tienen caras de sospechosos. Ajustándose los zapatos, salió desalado hacia la calle.
En el camino fue pensando si invertiría todo su capital o sólo parte de él. Y el recuerdo de los merengues -blancos, puros, vaporosos- lo decidieron por el gasto total. ¿Cuánto tiempo hacía que los observaba por la vidriera hasta sentir una salivación amarga en la garganta? Hacía ya varios meses que concurría a la pastelería de la esquina y sólo se contentaba con mirar. El dependiente ya lo conocía y siempre que lo veía entrar, lo consentía un momento para darle luego un coscorrón y decirle:
-¡Quita de acá, muchacho, que molestas a los clientes!
Y los clientes, que eran hombres gordos con tirantes o mujeres viejas con bolsas, lo aplastaban, lo pisaban y desmantelaban bulliciosamente la tienda.
Él recordaba, sin embargo, algunas escenas amables. Un señor, al percatarse un día de la ansiedad de su mirada, le preguntó su nombre, su edad, si estaba en el colegio, si tenía papá y por último le obsequió una rosquita. Él hubiera preferido un merengue pero intuía que en los favores estaba prohibido elegir. También, un día, la hija del pastelero le regaló un pan de yema que estaba un poco duro.
-¡Empara! -dijo, aventándolo por encima del mostrador. Él tuvo que hacer un gran esfuerzo a pesar de lo cual cayó el pan al suelo y, al recogerlo, se acordó súbitamente de su perrito, a quien él tiraba carnes masticadas divirtiéndose cuando de un salto las emparaba en sus colmillos.
Pero no era el pan de yema ni los alfajores ni los piononos lo que le atraía: él sólo amaba los merengues. A pesar de no haberlos probado nunca, conservaba viva la imagen de varios chicos que se los llevaban a la boca, como si fueran copos de nieve, ensuciándose los corbatines. Desde aquel día, los merengues constituían su obsesión.
Cuando llegó a la pastelería, había muchos clientes, ocupando todo el mostrador. Esperó que se despejara un poco el escenario pero, no pudiendo resistir más, comenzó a empujar. Ahora no sentía vergüenza alguna y el dinero que empuñaba lo revestía de cierta autoridad y le daba derecho a codearse con los hombres de tirantes. Después de mucho esfuerzo, su cabeza apareció en primer plano, ante el asombro del dependiente.
-¿Ya estás aquí? ¡Vamos saliendo de la tienda!
Perico, lejos de obedecer, se irguió y con una expresión de triunfo reclamó: ¡veinte soles de merengues! Su voz estridente dominó en el bullicio de la pastelería y se hizo un silencio curioso. Algunos lo miraban, intrigados, pues era hasta cierto punto sorprendente ver a un rapaz de esa calaña comprar tan empalagosa golosina en tamaña proporción. El dependiente no le hizo caso y pronto el barullo se reinició. Perico quedó algo desconcertado, pero estimulado por un sentimiento de poder repitió, en tono imperativo:
-¡Veinte soles de merengues!
El dependiente lo observó esta vez con cierta perplejidad pero continuó despachando a los otros parroquianos.
-¿No ha oído? -insistió Perico, excitándose-. ¡Quiero veinte soles de merengues!
El empleado se acercó esta vez y lo tiró de la oreja.
-¿Estás bromeando, palomilla?
Perico se agazapó.
-¡A ver, enséñame la plata!
Sin poder disimular su orgullo, echó sobre el mostrador el puñado de monedas. El dependiente contó el dinero.
-¿Y quieres que te dé todo esto en merengues?
-Sí -replicó Perico con una convicción que despertó la risa de algunos circunstantes.
-Buen empacho te vas a dar -comentó alguien.
Perico se volvió. Al notar que era observado con cierta benevolencia un poco lastimosa, se sintió abochornado. Como el pastelero lo olvidaba, repitió:
-Deme los merengues -pero esta vez su voz había perdido vitalidad y Perico comprendió que, por razones que no alcanzaba a explicarse, estaba pidiendo casi un favor.
-¿Vas a salir o no? -lo increpó el dependiente.
-Despácheme antes.
-¿Quién te ha encargado que compres esto?
-Mi mamá.
-Debes haber oído mal. ¿Veinte soles? Anda a preguntarle de nuevo o que te lo escriba en un papelito.
Perico quedó un momento pensativo. Extendió la mano hacia el dinero y lo fue retirando lentamente. Pero al ver los merengues a través de la vidriera, renació su deseo, y ya no exigió sino que rogó con una voz quejumbrosa:
-¡Deme, pues, veinte soles de merengues!
Al ver que el dependiente se acercaba airado, pronto a expulsarlo, repitió conmovedoramente:
-¡Aunque sea diez soles, nada más!
El empleado, entonces, se inclinó por encima del mostrador y le dio el cocacho acostumbrado pero a Perico le pareció que esta vez llevaba una fuerza definitiva.
-¡Quita de acá! ¿Estás loco? ¡Anda a hacer bromas a otro lugar!
Perico salió furioso de la pastelería. Con el dinero apretado entre los dedos y los ojos húmedos, vagabundeó por los alrededores.
En el camino fue pensando si invertiría todo su capital o sólo parte de él. Y el recuerdo de los merengues -blancos, puros, vaporosos- lo decidieron por el gasto total. ¿Cuánto tiempo hacía que los observaba por la vidriera hasta sentir una salivación amarga en la garganta? Hacía ya varios meses que concurría a la pastelería de la esquina y sólo se contentaba con mirar. El dependiente ya lo conocía y siempre que lo veía entrar, lo consentía un momento para darle luego un coscorrón y decirle:
-¡Quita de acá, muchacho, que molestas a los clientes!
Y los clientes, que eran hombres gordos con tirantes o mujeres viejas con bolsas, lo aplastaban, lo pisaban y desmantelaban bulliciosamente la tienda.
Él recordaba, sin embargo, algunas escenas amables. Un señor, al percatarse un día de la ansiedad de su mirada, le preguntó su nombre, su edad, si estaba en el colegio, si tenía papá y por último le obsequió una rosquita. Él hubiera preferido un merengue pero intuía que en los favores estaba prohibido elegir. También, un día, la hija del pastelero le regaló un pan de yema que estaba un poco duro.
-¡Empara! -dijo, aventándolo por encima del mostrador. Él tuvo que hacer un gran esfuerzo a pesar de lo cual cayó el pan al suelo y, al recogerlo, se acordó súbitamente de su perrito, a quien él tiraba carnes masticadas divirtiéndose cuando de un salto las emparaba en sus colmillos.
Pero no era el pan de yema ni los alfajores ni los piononos lo que le atraía: él sólo amaba los merengues. A pesar de no haberlos probado nunca, conservaba viva la imagen de varios chicos que se los llevaban a la boca, como si fueran copos de nieve, ensuciándose los corbatines. Desde aquel día, los merengues constituían su obsesión.
Cuando llegó a la pastelería, había muchos clientes, ocupando todo el mostrador. Esperó que se despejara un poco el escenario pero, no pudiendo resistir más, comenzó a empujar. Ahora no sentía vergüenza alguna y el dinero que empuñaba lo revestía de cierta autoridad y le daba derecho a codearse con los hombres de tirantes. Después de mucho esfuerzo, su cabeza apareció en primer plano, ante el asombro del dependiente.
-¿Ya estás aquí? ¡Vamos saliendo de la tienda!
Perico, lejos de obedecer, se irguió y con una expresión de triunfo reclamó: ¡veinte soles de merengues! Su voz estridente dominó en el bullicio de la pastelería y se hizo un silencio curioso. Algunos lo miraban, intrigados, pues era hasta cierto punto sorprendente ver a un rapaz de esa calaña comprar tan empalagosa golosina en tamaña proporción. El dependiente no le hizo caso y pronto el barullo se reinició. Perico quedó algo desconcertado, pero estimulado por un sentimiento de poder repitió, en tono imperativo:
-¡Veinte soles de merengues!
El dependiente lo observó esta vez con cierta perplejidad pero continuó despachando a los otros parroquianos.
-¿No ha oído? -insistió Perico, excitándose-. ¡Quiero veinte soles de merengues!
El empleado se acercó esta vez y lo tiró de la oreja.
-¿Estás bromeando, palomilla?
Perico se agazapó.
-¡A ver, enséñame la plata!
Sin poder disimular su orgullo, echó sobre el mostrador el puñado de monedas. El dependiente contó el dinero.
-¿Y quieres que te dé todo esto en merengues?
-Sí -replicó Perico con una convicción que despertó la risa de algunos circunstantes.
-Buen empacho te vas a dar -comentó alguien.
Perico se volvió. Al notar que era observado con cierta benevolencia un poco lastimosa, se sintió abochornado. Como el pastelero lo olvidaba, repitió:
-Deme los merengues -pero esta vez su voz había perdido vitalidad y Perico comprendió que, por razones que no alcanzaba a explicarse, estaba pidiendo casi un favor.
-¿Vas a salir o no? -lo increpó el dependiente.
-Despácheme antes.
-¿Quién te ha encargado que compres esto?
-Mi mamá.
-Debes haber oído mal. ¿Veinte soles? Anda a preguntarle de nuevo o que te lo escriba en un papelito.
Perico quedó un momento pensativo. Extendió la mano hacia el dinero y lo fue retirando lentamente. Pero al ver los merengues a través de la vidriera, renació su deseo, y ya no exigió sino que rogó con una voz quejumbrosa:
-¡Deme, pues, veinte soles de merengues!
Al ver que el dependiente se acercaba airado, pronto a expulsarlo, repitió conmovedoramente:
-¡Aunque sea diez soles, nada más!
El empleado, entonces, se inclinó por encima del mostrador y le dio el cocacho acostumbrado pero a Perico le pareció que esta vez llevaba una fuerza definitiva.
-¡Quita de acá! ¿Estás loco? ¡Anda a hacer bromas a otro lugar!
Perico salió furioso de la pastelería. Con el dinero apretado entre los dedos y los ojos húmedos, vagabundeó por los alrededores.
Pronto llegó a los barrancos. Sentándose en lo alto del acantilado, contempló la playa. Le pareció en ese momento difícil restituir el dinero sin ser descubierto y maquinalmente fue arrojando las monedas una a una, haciéndolas tintinear sobre las piedras. Al hacerlo, iba pensando que esas monedas nada valían en sus manos, y en ese día cercano en que, grande ya y terrible, cortaría la cabeza de todos esos hombres gordos, de todos los mucamos de las pastelerías y hasta de los pelícanos que graznaban indiferentes a su alrededor.
Julio Ramón Ribeyro
(Lima, 1929 - 1994)
Julio Ramón Ribeyro
(Lima, 1929 - 1994)
Escritor peruano, figura destacada de la llamada Generación del 50 y uno de los mejores cuentistas de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
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De librerías, bibliotecas y poetas
"El tiempo es ese enemigo que mata huyendo"
Quevedo
Debemos recordar una crónica que ya no existe. Un mundo que atesoró significación ideológica y cultural. De adolescente y de joven he transitado librerías de viejo con fervor, con pasión desmesurada. No era el único. Librería Palumbo, Hernández, Buenos Aires, Ixtlán, Del Humanista, El Glyptodonte, Edipo, Verbum... También concurría al Ateneo, Fernández Blanco, Pardo, Pigmaleón, ABC, Alberto Casares, Jorge Álvarez, Norte, Clásica y Moderna...
Libreros como Francisco Gil, Alejandro López Medus, Jorge Brandi, Carlos Hernández, Horacio Tarcus con quienes hice amistad. Algunos de ellos me protegieron en tiempos de la dictadura: Gil, Brandi, Hernández. En las librerías se presentaban autores, conocidos y amigos. En algunas organicé recitales de poesía con actrices y actores de renombre. Conocí e hice amistad con Lubrano Zas, Eduardo Gudiño Kieffer, José Gobello, Ricardo E. Molinari, León Benarós, José Raed, Alfredo Llanos... y tantos otros. Nombres que se unían a literatos que iba detectando en la vida -en sus casas, centros culturales o bares- como Raúl González Tuñón, David Viñas, Horacio Armani, Luis Franco, Bernardo Jobson, Héctor Ciocchini, Luis Di Filippo, Diego Abad de Santillán, Abelardo Castillo, Leónidas Barletta, Ángel Battistessa, Guillermo Furlong, Juan L. Ortiz...
Descubría nombres, libros, publicaciones. Llegaban a mis oídos Milcíades Peña, Mateo Fossi, Héctor Raurich, Carlos de la Púa, Gleizer, Alberto Ghiraldo, Ideas y Figuras, Alba Literaria, Brazo y Cerebro, Pasado y Presente, Cuadernos de Cultura, El grillo de papel, El escarabajo de oro, entre tantas revelaciones.
Terminado el secundario comienzo a estudiar la Carrera de Letras en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, fundada en 1874, uno de los establecimientos más prestigiosos del país. Allí lo clásico, la literatura con mayúscula, los grandes movimientos sociales y culturales. Desde los griegos y latinos, pasando por la Edad Media hasta el siglo XVIII. La literatura alemana, inglesa, española, italiana, francesa. La pintura, la escultura, la sabiduría, la música conformaban un universo único. Grandes profesores, escritores y humanistas estudiaron en sus claustros. Un edificio del neo-renacimiento italiano. Tuve profesores que amaban las letras y amaban enseñar. Hombres de renombre nacional y, muchos de ellos, internacional; todos de una generosidad ilimitada. Evoco a Rodolfo Modern, Julio Balderrama, Germán Orduna, Lorenzo Mascialino, Juan Sibermahart, Ángel Mazzei, Ricardo Ayabar, Lidia Siffredi, Reynaldo Carlos Ocerín. Y, por supuesto, la profesora Catalina Lago -Historia del Arte- discípula de Julio E. Payró. Nos vinculaban al universo de lo estético, de lo ético, al canon occidental. Virgilio, Ovidio, Catulo, Dante, Petrarca, Cervantes, Shakespeare, Goethe, Menéndez Pidal cobraban una dimensión inimaginable en nuestra vidas. Citar en los pasillos a Esquilo, Eurípides, Leopardi, Góngora, Gutierre de Cetina, Santa Teresa o Anacreonte era conversar con un familiar, con alguien que visitábamos con frecuencia, que nos indicaba signos y mitologías.
En mi hogar estaba presente el cine, el ballet, autores españoles del Siglo de Oro y de la Generación del 98. Sin duda la Guerra Civil Española, el nazismo, el estalinismo, la demagogia peronista. Mi familia gallega era habitué a los cafés, mi padre y mi hermano mayor sobre todo. En mi adolescencia conocí otros bares, otra bohemia, otra manera de mirar.
De niño escuchaba hablar a mis hermanos -era el menor- y a mis padres de temas inimaginables. Algunos hitos: Jimmy Durante, Condesa Pardo Bazán, Unamuno, Fred Astaire, Cole Porter, Eugene O'Neill, Ernesto Grillo, Arsenio Erico, Américo Castro, Rocky Marciano, Sarita Montiel, la crema dental Pepsodent, Osvaldo Pugliese, La Prensa, Santiago de Compostela...
Desde estas vivencias frecuenté los bares Moderno, Politeama, La Paz, Astral, Tortoni, Suárez entre otros, donde se discutía desde la Guerra de Vietnam hasta los crímenes de Stalin, de Mao o de Franco. Luego, ya mayor, junto a los poetas Rubén Derlis, Rafael Alberto Vázquez, José Antonio Cedrón, Luis Alberto Quesada, Roberto Santoro, Oscar González, Rubén Chiade, Lucas Moreno recorrí bares históricos.
Citábamos a Álvaro Yunque, Elías Castelnuevo, Roberto Mariani, César Tiempo, Aníbal Ponce, Máximo Gorki, Bakunin, Marx, Bernardo Koremblit, la Editorial Claridad y tantos nombres hoy relegados.
Corrientes, Lavalle o Florida ya no me pertenecen. Pocos lugares de la ciudad me pertenecen. Son burgos ajenos, desconocidos. Empobrecidos y degradados como toda una sociedad. Si sabemos ver, si sabemos observar lo advertimos. No todo tiempo pasado fue mejor, para volcarme a una frase vulgar. Pero sin duda el aire ha cambiado de manera feroz. La sociedad se desplazó lentamente a lo chabacano, a la ordinariez. En los últimos años particularmente. La literatura, el arte, la belleza, siempre fue para unos pocos.
El sentido de lo bello o de lo ético a lo largo de la historia fue así. Pero tanto el hombre cultivado o instruido como el iletrado o inculto admiraban arquitecturas, templos, museos, bibliotecas, escuelas. Ahora creo que el desconocimiento, la imbecilidad, la ignorancia posee rasgos ilimitados. Para las nuevas generaciones el mundo comienza cuando abren el celular, se comunican con monosílabos. Y sonríen como opas. Leemos sobre "los cretinos digitales", la generación Z, los millennials, los emojis, el cociente intelectual, la frivolidad. Ese es sólo un aspecto, hay tribus de cuarenta o setenta años que dan pavor. Hay cabezas y cabezas, querido lector. Y hay tarugos en todas las estanterías. Tener en cuenta.
Por supuesto siempre hubo islas y las seguirá habiendo. Invoco la Biblioteca de la Federación Libertaria Argentina, la Biblioteca Nacional de Maestros, la Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte, la Biblioteca Ricardo Güiraldes, la Biblioteca del diario La Prensa, la Biblioteca Miguel Cané, la Biblioteca José Ingenieros. Pienso en Fahrenheit 451, la novela distópica de Ray Bradbury. Mi intención en estas breves líneas, caro lector, fue simplemente evocar lo perdido. Una suerte de búsqueda del tiempo abandonado. Eso, nada más. Le ruego que me excuse.
Carlos Penelas
Buenos Aires, noviembre de 2022
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Prischepa, de Isaak E. Bábel
Me dirigía a Léchniuv, en donde se había instalado el estado mayor de la división. Mi compañero de viaje continuaba siendo Prischepa, joven kubanés, pícaro incansable, depurado comunista, futuro trapero, despreocupado, sifilítico y tardo mentiroso. Llevaba un caftán circasiano carmesí confeccionado con paño fino, y un capuchón aboatado caído sobre la espalda. Por el camino me contó su vida…
Hace un año, Prischepa huyó de los blancos. Como represalia, éstos tomaron como rehenes a los padres del joven y los fusilaron en la sección de contraespionaje. Los vecinos saquearon los bienes de la casa. Al ser expulsados los blancos del Kubán, Prischepa volvió a su aldea natal.
Ocurrió por la mañana, al amanecer, cuando el sueñito del mujik suspira bajo el agriado bochorno. Prischepa enganchó un carro oficial y fue por el pueblo recogiendo su gramófono, sus tinas de kvas y las toallas bordadas por su madre. Se echó a la calle con abrigo negro y un puñal curvo en el cinto; el carro iba rodando detrás. Prischepa fue de un vecino a otro, y la huella sangrienta de sus plantas iba dejando un rastro tras él. En las casas donde el cosaco encontraba objetos de su madre o la pipa de su padre, dejaba viejas apuñaladas, perros colgados sobre el pozo, iconos emporcados con excrementos de animales. Fumando sus pipas, los aldeanos seguían sombríamente, con los ojos, el camino de Prischepa. Los cosacos jóvenes se dispersaron por la estepa y llevaron la cuenta de las víctimas. Esta cuenta iba creciendo, el pueblo callaba. Cuando hubo terminado, Prischepa volvió a la vacía casa de sus padres. Colocó los recuperados muebles en el orden que recordaba de su infancia y mandó por vodka. Encerrado en la casa, estuvo dos días bebiendo, cantando, llorando y dando sablazos sobre la mesa.
La tercera noche, el pueblo vio humo sobre la isba de Prischepa. Chamuscado, con la ropa desgarrada, Prischepa salió tambaleándose, sacó una vaca del establo, le puso el revólver en la boca y disparó. La tierra giraba bajo sus pies, un círculo de azuladas llamas salía volando por las chimeneas y se desvanecía. Un ternero abandonadlo gemía en el establo. El incendio resplandecía como un domingo. Prischepa desató el caballo, saltó sobre la silla, arrojó al fuego un mechón de sus cabellos y desapareció.
Isaak E. Bábel
Hace un año, Prischepa huyó de los blancos. Como represalia, éstos tomaron como rehenes a los padres del joven y los fusilaron en la sección de contraespionaje. Los vecinos saquearon los bienes de la casa. Al ser expulsados los blancos del Kubán, Prischepa volvió a su aldea natal.
Ocurrió por la mañana, al amanecer, cuando el sueñito del mujik suspira bajo el agriado bochorno. Prischepa enganchó un carro oficial y fue por el pueblo recogiendo su gramófono, sus tinas de kvas y las toallas bordadas por su madre. Se echó a la calle con abrigo negro y un puñal curvo en el cinto; el carro iba rodando detrás. Prischepa fue de un vecino a otro, y la huella sangrienta de sus plantas iba dejando un rastro tras él. En las casas donde el cosaco encontraba objetos de su madre o la pipa de su padre, dejaba viejas apuñaladas, perros colgados sobre el pozo, iconos emporcados con excrementos de animales. Fumando sus pipas, los aldeanos seguían sombríamente, con los ojos, el camino de Prischepa. Los cosacos jóvenes se dispersaron por la estepa y llevaron la cuenta de las víctimas. Esta cuenta iba creciendo, el pueblo callaba. Cuando hubo terminado, Prischepa volvió a la vacía casa de sus padres. Colocó los recuperados muebles en el orden que recordaba de su infancia y mandó por vodka. Encerrado en la casa, estuvo dos días bebiendo, cantando, llorando y dando sablazos sobre la mesa.
La tercera noche, el pueblo vio humo sobre la isba de Prischepa. Chamuscado, con la ropa desgarrada, Prischepa salió tambaleándose, sacó una vaca del establo, le puso el revólver en la boca y disparó. La tierra giraba bajo sus pies, un círculo de azuladas llamas salía volando por las chimeneas y se desvanecía. Un ternero abandonadlo gemía en el establo. El incendio resplandecía como un domingo. Prischepa desató el caballo, saltó sobre la silla, arrojó al fuego un mechón de sus cabellos y desapareció.
Isaak E. Bábel
(Ucrania, 1894-1940)
Caballería roja, 1926, trad. José Laín Entralgo, Barcelona, Bruguera, 1982, págs. 93-
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El poeta venezolano Rafael Cadenas gana el Premio Cervantes 2022
El máximo galardón literario en castellano está dotado con 125.000 euros. “Lo de los premios puede volver loco a cualquiera”, dice el autor tras recibir la llamada.
El poeta venezolano Rafael Cadenas acaba de sumar el Premio Cervantes a su colección de grandes galardones de la literatura en español. Los tenía casi todos: el Reina Sofía, el de la FIL de Guadalajara, el García Lorca…. Ya los tiene todos. A sus 92 años, el sucesor de la uruguaya Cristina Peri Rossi en el palmarés lleva décadas siendo una de las voces fundamentales de la lírica latinoamericana. Una de las voces o, mejor dicho, uno de los silencios fundamentales. Porque Cadenas detesta comentar su poesía, elude cuanto puede las entrevistas y le quita importancia a todo lo que pueda haberle sucedido en la vida. Que no es poco.
Nacido en Barquisimeto en 1930, su militancia comunista durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez le obligó a exiliarse cuatro años ―de 1952 a 1956― en la isla Trinidad, pero él acostumbra a desactivar la tensión heroica aclarando que no queda más que a 30 kilómetros de la costa venezolana. Además, añade, “era colonia británica; había mucha libertad”. Se fue con un primer libro publicado ―Cantos iniciales (1946)― y volvió con una experiencia que le daría para dos: Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960).
Seis años más tarde, en medio de una terrible depresión, publicó Falsas maniobras, que incluye su poema más famoso, Derrota, todo un icono en América Latina. Por supuesto, su autor se afana en rebajarlo cada vez se le recuerda la popularidad de esos. Lo escribió con 32 años —es decir, hace seis décadas— y ya no se reconoce en ellos. ¿El origen de tanta fama? El ambiente de los años sesenta y la euforia democrática que llevó al Gobierno a Rómulo Betancourt. “Yo que no he tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he sentido débil / que perdí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)…”. Así empieza un poema-autorretrato en el que el nuevo Cervantes se declaraba imbécil, humillado, ridículo, sin personalidad (ni ganas de tenerla) y avergonzado por actos que no había cometido. Pasado el tiempo, solo dice identificarse con el verso que afirma que apenas habla.
Humilde y silencioso
“Humilde, silencioso y rebelde” son palabras que usó para sí mismo en otro poema. Su tendencia a callar se ha traducido, de hecho, en una escritura cada vez menos exuberante. El jurado del premio Cervantes ha subrayado esa exigencia al premiar una obra que “demuestra el poder transformador de la palabra cuando se lleva la lengua al límite de sus posibilidades creadoras”. En 2007 Rafael Cadenas reunió todos sus libros en Obra entera, un tomo de 700 páginas publicado en España por la editorial Pre-Textos y por el Fondo de Cultura Económica en Latinoamérica. Le siguieron títulos como Sobre abierto (2012) o En torno a Basho y otros poemas (2016). En 2018 Visor publicó Contestaciones, un conjunto de glosas breves a fragmentos de autores como Wislawa Szymborska, Emily Dickinson, Pablo Neruda y, premonitoriamente, Miguel de Cervantes.
La parte de la rebeldía le ha llevado a salir de su habitual discreción para, sin teñir de política su obra, criticar la autoritaria falta de separación de poderes que se vive en Venezuela. Ni que decir tiene que fue acosado desde las filas progubernamentales. Ni que decir tiene que él le quitó importancia a lo que le pasaba: el acoso no se tradujo en agresión. “Seamos reales / quiero exactitudes aterradoras”, dicen dos versos del arte poética que —sin “falsedad” ni brillos”— incluyó en Intemperie (1977). Con todo, siempre ha manifestado su escepticismo respecto al papel social y político de un poema. “La poesía es todopoderosa e insignificante”, afirmó en una entrevista con El País en 2014 en las horas previas a una lectura pública en Madrid. “Insignificante porque su influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje. La política vacía de sentido las palabras —democracia, justicia, libertad—, los poetas llaman la atención sobre ese vacío. Las palabras pierden su valor si no se corresponden con la cosa que designan. No es nada nuevo. Confucio lo llamaba ‘rectificación de los nombres’ y eso es un poeta: alguien que rectifica”. Visto así, el cuadro de honor del Cervantes, dotado con 125.000 euros, sigue llenándose de rectificadores. Desde 2018 solo ganan poetas: Ida Vitale, Joan Margarit, Francisco Brines, Cristina Peri Rossi y, hoy, Rafael Cadenas, el primer venezolano de su historia.
En Derrota decía que nunca usaría corbata. Veremos cómo se viste el próximo 23 de abril cuando acuda a la Universidad de Alcalá de Henares a recoger el Premio Cervantes de manos del rey Felipe. En el mismo famoso maldito poema escribió “yo que he sido humillado por profesores de literatura…”. Tiene cuatro meses para saldar cuentas.
Rafael Cadenas estaba solo en su casa cuando recibió la llamada. Desde que falleció su esposa, Milena, en 2017, vive en su departamento de siempre, en un barrio del sureste de Caracas, acompañado por Andrea Nolasco, su nieta, profesora de instituto.
–Atendí yo el teléfono porque Andrea no está, está dando clases –explica el poeta–. Yo creo que no se ha enterado –se ríe.
–¿Quién lo llamó?
–Del Cervantes.
–Ya… Pero, ¿quién?
–Ah, no sé –vuelve a reírse–. Estoy fulminado. Necesito tiempo para recuperarme porque aún no me lo creo.
–¿No sé cayó para atrás cuando le dieron la noticia?
–No… pero porque estaba sentado. Porque si no… María Fernanda ya me aconsejó, echando broma, que tuviera cuidado. –Cadenas se refiere a la escritora María Fernanda Palacios, una de sus mejores amigas y la primera persona a la que llamó tras enterarse de que le habían otorgado el Cervantes.
–¿De que tuviera cuidado de qué?
–Tú sabes, lo de los premios puede volver loco a cualquiera. Así me dijo una vez Antonio Gamoneda y me acordé ahora.
–Igual usted nunca ha vivido por los premios.
–Ah no, imagínate, eso no –y se ríe una vez más un hombre que tiene fama no solo de ser callado, lo cual es falso puesto que es un extraordinario conversador, sino además muy serio y sobrio, pero se nota que hoy está tomado por el júbilo.
Javier Rodríguez Marcos
El poeta venezolano Rafael Cadenas acaba de sumar el Premio Cervantes a su colección de grandes galardones de la literatura en español. Los tenía casi todos: el Reina Sofía, el de la FIL de Guadalajara, el García Lorca…. Ya los tiene todos. A sus 92 años, el sucesor de la uruguaya Cristina Peri Rossi en el palmarés lleva décadas siendo una de las voces fundamentales de la lírica latinoamericana. Una de las voces o, mejor dicho, uno de los silencios fundamentales. Porque Cadenas detesta comentar su poesía, elude cuanto puede las entrevistas y le quita importancia a todo lo que pueda haberle sucedido en la vida. Que no es poco.
Nacido en Barquisimeto en 1930, su militancia comunista durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez le obligó a exiliarse cuatro años ―de 1952 a 1956― en la isla Trinidad, pero él acostumbra a desactivar la tensión heroica aclarando que no queda más que a 30 kilómetros de la costa venezolana. Además, añade, “era colonia británica; había mucha libertad”. Se fue con un primer libro publicado ―Cantos iniciales (1946)― y volvió con una experiencia que le daría para dos: Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960).
Seis años más tarde, en medio de una terrible depresión, publicó Falsas maniobras, que incluye su poema más famoso, Derrota, todo un icono en América Latina. Por supuesto, su autor se afana en rebajarlo cada vez se le recuerda la popularidad de esos. Lo escribió con 32 años —es decir, hace seis décadas— y ya no se reconoce en ellos. ¿El origen de tanta fama? El ambiente de los años sesenta y la euforia democrática que llevó al Gobierno a Rómulo Betancourt. “Yo que no he tenido nunca un oficio / que ante todo competidor me he sentido débil / que perdí los mejores títulos para la vida / que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)…”. Así empieza un poema-autorretrato en el que el nuevo Cervantes se declaraba imbécil, humillado, ridículo, sin personalidad (ni ganas de tenerla) y avergonzado por actos que no había cometido. Pasado el tiempo, solo dice identificarse con el verso que afirma que apenas habla.
Humilde y silencioso
“Humilde, silencioso y rebelde” son palabras que usó para sí mismo en otro poema. Su tendencia a callar se ha traducido, de hecho, en una escritura cada vez menos exuberante. El jurado del premio Cervantes ha subrayado esa exigencia al premiar una obra que “demuestra el poder transformador de la palabra cuando se lleva la lengua al límite de sus posibilidades creadoras”. En 2007 Rafael Cadenas reunió todos sus libros en Obra entera, un tomo de 700 páginas publicado en España por la editorial Pre-Textos y por el Fondo de Cultura Económica en Latinoamérica. Le siguieron títulos como Sobre abierto (2012) o En torno a Basho y otros poemas (2016). En 2018 Visor publicó Contestaciones, un conjunto de glosas breves a fragmentos de autores como Wislawa Szymborska, Emily Dickinson, Pablo Neruda y, premonitoriamente, Miguel de Cervantes.
La parte de la rebeldía le ha llevado a salir de su habitual discreción para, sin teñir de política su obra, criticar la autoritaria falta de separación de poderes que se vive en Venezuela. Ni que decir tiene que fue acosado desde las filas progubernamentales. Ni que decir tiene que él le quitó importancia a lo que le pasaba: el acoso no se tradujo en agresión. “Seamos reales / quiero exactitudes aterradoras”, dicen dos versos del arte poética que —sin “falsedad” ni brillos”— incluyó en Intemperie (1977). Con todo, siempre ha manifestado su escepticismo respecto al papel social y político de un poema. “La poesía es todopoderosa e insignificante”, afirmó en una entrevista con El País en 2014 en las horas previas a una lectura pública en Madrid. “Insignificante porque su influencia en el mundo es mínima. Poderosa por su relación con el lenguaje. La política vacía de sentido las palabras —democracia, justicia, libertad—, los poetas llaman la atención sobre ese vacío. Las palabras pierden su valor si no se corresponden con la cosa que designan. No es nada nuevo. Confucio lo llamaba ‘rectificación de los nombres’ y eso es un poeta: alguien que rectifica”. Visto así, el cuadro de honor del Cervantes, dotado con 125.000 euros, sigue llenándose de rectificadores. Desde 2018 solo ganan poetas: Ida Vitale, Joan Margarit, Francisco Brines, Cristina Peri Rossi y, hoy, Rafael Cadenas, el primer venezolano de su historia.
En Derrota decía que nunca usaría corbata. Veremos cómo se viste el próximo 23 de abril cuando acuda a la Universidad de Alcalá de Henares a recoger el Premio Cervantes de manos del rey Felipe. En el mismo famoso maldito poema escribió “yo que he sido humillado por profesores de literatura…”. Tiene cuatro meses para saldar cuentas.
Rafael Cadenas estaba solo en su casa cuando recibió la llamada. Desde que falleció su esposa, Milena, en 2017, vive en su departamento de siempre, en un barrio del sureste de Caracas, acompañado por Andrea Nolasco, su nieta, profesora de instituto.
–Atendí yo el teléfono porque Andrea no está, está dando clases –explica el poeta–. Yo creo que no se ha enterado –se ríe.
–¿Quién lo llamó?
–Del Cervantes.
–Ya… Pero, ¿quién?
–Ah, no sé –vuelve a reírse–. Estoy fulminado. Necesito tiempo para recuperarme porque aún no me lo creo.
–¿No sé cayó para atrás cuando le dieron la noticia?
–No… pero porque estaba sentado. Porque si no… María Fernanda ya me aconsejó, echando broma, que tuviera cuidado. –Cadenas se refiere a la escritora María Fernanda Palacios, una de sus mejores amigas y la primera persona a la que llamó tras enterarse de que le habían otorgado el Cervantes.
–¿De que tuviera cuidado de qué?
–Tú sabes, lo de los premios puede volver loco a cualquiera. Así me dijo una vez Antonio Gamoneda y me acordé ahora.
–Igual usted nunca ha vivido por los premios.
–Ah no, imagínate, eso no –y se ríe una vez más un hombre que tiene fama no solo de ser callado, lo cual es falso puesto que es un extraordinario conversador, sino además muy serio y sobrio, pero se nota que hoy está tomado por el júbilo.
Luego de llamar a María Fernanda Palacios, Cadenas llamó a Silvio, su hijo, que salió volando a la casa de su padre para ayudarlo a gestionar lo que se les viene encima en cuanto a felicitaciones y solicitudes de entrevistas. “Cuando Rafael se ganó el Premio Reina Sofía aprendimos cómo había que ocuparse de estas cosas”, dice Silvio.
Javier Rodríguez Marcos
Diario El País de Madrid, 10 de noviembre de 2022
En nuestro catálogo encontrará el libro Habla Walt Whitman (2008, Pre-Textos)
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Noche de música en la Biblioteca
Con mucha concurrencia, este sábado se presentó en nuestra casa el dúo compuesto por Juan Pablo Greco en guitarra y Hugo Bochard en percusión y voz con su espectáculo "Orillas del candombe en la Biblioteca". Mirá fotos y videos.
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Nuevos en el catálogo
Seguimos actualizando y dando a conocer las novedades del catálogo a partir de los libros nuevos comprados en la última Feria del Libro a pedido de nuestros socios y visitantes.
📚"El meridiano de París", de @Lluis_Calvo, otra de esas hermosas curiosidades que publica @edicionesgodot, ya en nuestro #catálogo https://t.co/Nt651n9nzn pic.twitter.com/nmg1G9ikgM
— BibliotecaCSViamonte (@CSViamonte) August 30, 2022
📚"Un muchacho como aquel", de Abel Gilbert y Pablo Alabarces, una mirada distinta sobre Palito Ortega publicada por @gourmet_musical @RamonOrtegaOK. Conocé nuestro #catálogo en https://t.co/Nt651n9nzn pic.twitter.com/Yk2jivnLnD
— BibliotecaCSViamonte (@CSViamonte) August 31, 2022
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Orillas del Candombe en la Biblioteca
El sábado 12 de noviembre a las 21 horas en nuestra casa, Austria 2154, se presentará el dúo Greco-Bochard con el espectáculo "Orillas del candombe en la Biblioteca".
Hugo Bochard en percusión y voz y Juan Pablo Greco guitarra harán canciones populares de nuestro Rio de la Plata, ligadas al candombe y la milonga uruguaya, zambas del folklore argentino, más algunos temas instrumentales.
Es el repertorio que recorre este dúo de vasta experiencia, con el toque natural de sus propias versiones.
Reservas disponibles. Se cobrará un bono contribución de $600.
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Por los fondos para la cultura
Finalmente, el Senado incluyó en su temario para este jueves 27 de octubre el tratamiento de la Ley que prorroga por 50 años la asignación de fondos para la cultura.
#EvitemosElApagónCultural #50años #laculturanocaduca #QUESEALEY#SoberaníaCultural @SenadoArgentinahttps://t.co/2ni2s0PpT7 pic.twitter.com/x3zCNqdoGL
— BibliotecaCSViamonte (@CSViamonte) October 26, 2022
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Consejos para escribir, por Hemingway
- Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un inglés vigoroso. Sé positivo, no negativo.
- La jerga que adoptes debe ser reciente, de lo contrario no sirve.
- Evita el uso de adjetivos, especialmente los extravagantes como “espléndido, grande, magnífico, suntuoso”.
- Nadie que tenga un cierto ingenio, que sienta y escriba con sinceridad acerca de las cosas que desea decir, puede escribir mal si se atiene a estas reglas.
- Para escribir me retrotraigo a la antigua desolación del cuarto de hotel en el que empecé a escribir. Dile a todo el mundo que vives en un hotel y hospédate en otro. Cuando te localicen, múdate al campo. Cuando te localicen en el campo, múdate a otra parte. Trabaja todo el día hasta que estés tan agotado que todo el ejercicio que puedas enfrentar sea leer los diarios. Entonces come, juega tenis, nada, o realiza alguna labor que te atonte sólo para mantener tu intestino en movimiento, y al día siguiente vuelve a escribir.
- Los escritores deberían trabajar solos. Deberían verse sólo una vez terminadas sus obras, y aun entonces, no con demasiada frecuencia. Si no, se vuelven como los escritores de Nueva York. Como lombrices de tierra dentro de una botella, tratando de nutrirse a partir del contacto entre ellos y de la botella. A veces la botella tiene forma artística, a veces económica, a veces económico-religiosa. Pero una vez que están en la botella, se quedan allí. Se sienten solos afuera de la botella. No quieren sentirse solos. Les da miedo estar solos en sus creencias…
- A veces, cuando me resulta difícil escribir, leo mis propios libros para levantarme el ánimo, y después recuerdo que siempre me resultó difícil y a veces casi imposible escribirlos.
- Un escritor, si sirve para algo, no describe. Inventa o construye a partir del conocimiento personal o impersonal.
Ernest Hemingway (1899-1961)
Encuentre los libros de Hemigway en nuestro catálogo. Consúltelo en este enlace.
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Barrett: pionero de la literatura social en América del Sur
A pesar de su fugaz existencia, sus huellas persisten. Sus reflexiones pueblan periódicos y folletos ácratas aun en el presente.
Los escritos de Rafael Barrett son quizás los que más vitalidad y vigencia mantienen, si como referencia tomamos a los propagandistas del anarquismo de comienzos del siglo XX.
En efecto, Barrett, cuya vida se apagó tempranamente a causa de la tuberculosis, dejó en la cultura social de varios países latinoamericanos una impronta indeleble, un estilo particular para señalar y denunciar las injusticias sociales. A pesar de su fugaz existencia sus huellas persisten en la literatura y sus reflexiones pueblan una multiplicidad de periódicos y folletos ácratas aun en el presente.
Nació en el poblado de Torrelavega, un peñón del Mar Cantábrico al norte de la península Ibérica, el 7 de enero de 1876. Como Rafael Ángel Barrett y Álvarez de Toledo. Hijo de doña Carmen Álvarez de Toledo, pariente directa del Duque de Alba, su padre era George Barrett, inglés, Caballero de la Corona.
Rafael Barrett, estudió ingeniería en Madrid, se dedicó a las matemáticas, vivió en París donde interactuó con artistas diversos: pintores, escultores, poetas, miembros de la vanguardia pictórica e ideológica de comienzos del siglo XX.
Un incidente con un despreciable sujeto de la nobleza española lo obligó a partir al exilio, y Barrett emigró hacia a América.
Rafael Barrett, periodista de combate, redactor de artículos en periódicos de organizaciones gremiales obreras es reconocido por sus aportes a literatura de denuncia social en la América del Sur. David Viñas lo registra en su libro Literatura Social y realidad política, y Osvaldo Bayer en el prólogo a una reedición del Dolor Paraguayo y Lo que son los yerbales. También es mencionado por el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos como una fuerte influencia en su escritura.
A pesar de su relativamente breve residencia en la Argentina, Paraguay y Uruguay a comienzos del pasado siglo XX, Barrett sembró con sus escritos semillas que germinarían en las décadas posteriores en relatos de la magnitud de los contenidos en libros como Hijo de Hombre y Yo el supremo de Roa Bastos y en novelas como Cacao del brasileño Jorge Amado.
Barrett arribó a Buenos Aires durante la vigencia del régimen oligárquico conservador, la realidad social con la que tomó contacto impactó pronto su sensibilidad. Claro, Rafael –libertario visceral–, se indignó ante la mezquindad e infamia de los explotadores.
Que en el llamado país de las espigas y mazorcas y las vacas en abundancia muchas personas debieran buscar el sustento cotidiano en los tarros de basura, era una infamia. Además veía que los obreros eran reprimidos de modo feroz en las manifestaciones y actos de protesta, al igual que en su España natal. Las páginas de su libro El terror argentino, reflejan su mirada implacable, crítica e irónica del capitalismo vernáculo y sus personeros vestidos de frac y chisteras.
Una serie de notas de denuncia en la prensa ácrata de la época implicaron para Barrett la persecución estatal y policial. Se destaca entre ellas la titulada ¡Buenos Aires! Y los escritos contenidos en El terror argentino.
Otra vez tuvo que partir el exilio, esta vez hacia Paraguay donde trabajó como agrimensor en el ferrocarril, colaboró en la formación de sociedades obreras de resistencia, publicó el periódico Germinal. En el país guaraní se unió a su compañera de vida Francisca López Maíz, con quien engendró a su hijo Alex, futuro padre de Soledad –asesinada por la dictadura brasilera en Recife el 8 de enero de 1973–. Soledad, la nieta de Rafael Barrett a quien los paramilitares además de quitarle la vida le marcaron en la pierna una cruz svástica.
A raíz de su actividad agitativa y sus folletos El dolor paraguayo y Lo que son los yerbales, donde denuncia la explotación de los mensúes, Rafael Barrett fue perseguido y debió emprender otra vez el destierro, ahora hacia Uruguay.
En La Banda Oriental trabajó como redactor del diario La Razón de Montevideo, haciéndose al poco tiempo muy popular. Tan es así que los lectores reconocían sus crónicas tituladas: Moralidades Actuales o Mirando Vivir, aunque las firmara sólo con sus iniciales: R.B. El acoso de su enfermedad lo obligó otra vez a viajar, pero esta vez sería el último viaje, cruzó el Océano Atlántico hacia Francia donde encontró en cierta forma su morada definitiva en Arcachón (Francia) el 17 de diciembre de 1910.
En Rosario durante más de una década una biblioteca popular en Barrio Mendoza llevó el nombre de Rafael Barrett, por allí transitaron hacedores de la cultura popular como el poeta Felipe Aldana, el historiador Diego Abad de Santillán dictó conferencias, el Dr. Juan Lazarte, médico, sociólogo y humanista. Sus principales impulsores fueron Juvenal Fernández, Mario Bertot y Arquímedes Simboli, militantes anarquistas.
También en Rosario se fundó en 1975 el Centro de Estudios Sociales Rafael Barrett, espacio de resistencia cultural durante los años de plomo de la Triple A y continuando la labor organizando charlas-debate, conferencias y seminarios organizados entre otros por Pedro Munich, Juvenal, Fernández, Carlos F. Machado aún bajo la dictadura cívico-militar instaurada en 1976 y también después de la reapertura constitucional de 1983.
El legado de Rafael Barrett es imperecedero, las frases y pensamientos contenidos en sus escritos conservan su vigencia y muestran la agudeza de su pluma libertaria. Veamos si no es así: “En la escuela hay que adquirir el hábito de no mentir y de atender a las molestias y a los sufrimientos del prójimo. Hay que salir de ella verídico, compasivo y cortés. Esto es lo importante”, escribió Barrett en el siglo pasado.
Carlos A. Solero
Los escritos de Rafael Barrett son quizás los que más vitalidad y vigencia mantienen, si como referencia tomamos a los propagandistas del anarquismo de comienzos del siglo XX.
En efecto, Barrett, cuya vida se apagó tempranamente a causa de la tuberculosis, dejó en la cultura social de varios países latinoamericanos una impronta indeleble, un estilo particular para señalar y denunciar las injusticias sociales. A pesar de su fugaz existencia sus huellas persisten en la literatura y sus reflexiones pueblan una multiplicidad de periódicos y folletos ácratas aun en el presente.
Nació en el poblado de Torrelavega, un peñón del Mar Cantábrico al norte de la península Ibérica, el 7 de enero de 1876. Como Rafael Ángel Barrett y Álvarez de Toledo. Hijo de doña Carmen Álvarez de Toledo, pariente directa del Duque de Alba, su padre era George Barrett, inglés, Caballero de la Corona.
Rafael Barrett, estudió ingeniería en Madrid, se dedicó a las matemáticas, vivió en París donde interactuó con artistas diversos: pintores, escultores, poetas, miembros de la vanguardia pictórica e ideológica de comienzos del siglo XX.
Un incidente con un despreciable sujeto de la nobleza española lo obligó a partir al exilio, y Barrett emigró hacia a América.
Rafael Barrett, periodista de combate, redactor de artículos en periódicos de organizaciones gremiales obreras es reconocido por sus aportes a literatura de denuncia social en la América del Sur. David Viñas lo registra en su libro Literatura Social y realidad política, y Osvaldo Bayer en el prólogo a una reedición del Dolor Paraguayo y Lo que son los yerbales. También es mencionado por el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos como una fuerte influencia en su escritura.
A pesar de su relativamente breve residencia en la Argentina, Paraguay y Uruguay a comienzos del pasado siglo XX, Barrett sembró con sus escritos semillas que germinarían en las décadas posteriores en relatos de la magnitud de los contenidos en libros como Hijo de Hombre y Yo el supremo de Roa Bastos y en novelas como Cacao del brasileño Jorge Amado.
Barrett arribó a Buenos Aires durante la vigencia del régimen oligárquico conservador, la realidad social con la que tomó contacto impactó pronto su sensibilidad. Claro, Rafael –libertario visceral–, se indignó ante la mezquindad e infamia de los explotadores.
Que en el llamado país de las espigas y mazorcas y las vacas en abundancia muchas personas debieran buscar el sustento cotidiano en los tarros de basura, era una infamia. Además veía que los obreros eran reprimidos de modo feroz en las manifestaciones y actos de protesta, al igual que en su España natal. Las páginas de su libro El terror argentino, reflejan su mirada implacable, crítica e irónica del capitalismo vernáculo y sus personeros vestidos de frac y chisteras.
Una serie de notas de denuncia en la prensa ácrata de la época implicaron para Barrett la persecución estatal y policial. Se destaca entre ellas la titulada ¡Buenos Aires! Y los escritos contenidos en El terror argentino.
Otra vez tuvo que partir el exilio, esta vez hacia Paraguay donde trabajó como agrimensor en el ferrocarril, colaboró en la formación de sociedades obreras de resistencia, publicó el periódico Germinal. En el país guaraní se unió a su compañera de vida Francisca López Maíz, con quien engendró a su hijo Alex, futuro padre de Soledad –asesinada por la dictadura brasilera en Recife el 8 de enero de 1973–. Soledad, la nieta de Rafael Barrett a quien los paramilitares además de quitarle la vida le marcaron en la pierna una cruz svástica.
A raíz de su actividad agitativa y sus folletos El dolor paraguayo y Lo que son los yerbales, donde denuncia la explotación de los mensúes, Rafael Barrett fue perseguido y debió emprender otra vez el destierro, ahora hacia Uruguay.
En La Banda Oriental trabajó como redactor del diario La Razón de Montevideo, haciéndose al poco tiempo muy popular. Tan es así que los lectores reconocían sus crónicas tituladas: Moralidades Actuales o Mirando Vivir, aunque las firmara sólo con sus iniciales: R.B. El acoso de su enfermedad lo obligó otra vez a viajar, pero esta vez sería el último viaje, cruzó el Océano Atlántico hacia Francia donde encontró en cierta forma su morada definitiva en Arcachón (Francia) el 17 de diciembre de 1910.
En Rosario durante más de una década una biblioteca popular en Barrio Mendoza llevó el nombre de Rafael Barrett, por allí transitaron hacedores de la cultura popular como el poeta Felipe Aldana, el historiador Diego Abad de Santillán dictó conferencias, el Dr. Juan Lazarte, médico, sociólogo y humanista. Sus principales impulsores fueron Juvenal Fernández, Mario Bertot y Arquímedes Simboli, militantes anarquistas.
También en Rosario se fundó en 1975 el Centro de Estudios Sociales Rafael Barrett, espacio de resistencia cultural durante los años de plomo de la Triple A y continuando la labor organizando charlas-debate, conferencias y seminarios organizados entre otros por Pedro Munich, Juvenal, Fernández, Carlos F. Machado aún bajo la dictadura cívico-militar instaurada en 1976 y también después de la reapertura constitucional de 1983.
El legado de Rafael Barrett es imperecedero, las frases y pensamientos contenidos en sus escritos conservan su vigencia y muestran la agudeza de su pluma libertaria. Veamos si no es así: “En la escuela hay que adquirir el hábito de no mentir y de atender a las molestias y a los sufrimientos del prójimo. Hay que salir de ella verídico, compasivo y cortés. Esto es lo importante”, escribió Barrett en el siglo pasado.
Carlos A. Solero
Consulte los libros de Rafael Barrett en nuestro catálogo.
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Una antología celebrará los veinte años del Premio de Poesía Afundación, ganado por Carlos Penelas
El Premio de Poesía Afundación cumplió 20 años y realizarán una antología comentada con sus ganadores, entre los que se encuentra Carlos Penelas.
La escritora Ledicia Costas ganó, con el poemario Ultraluz, la XX edición del Premio de Poesía Afundación, que se dio a conocer este jueves 6 de octubre en la Sede Afundación Santiago de Compostela.
El galardón comenzó su recorrido en el año 2002 a instancias del PEN Club de Galicia y de Afundación, Obra Social de ABANCA. El objetivo es el de reforzar la imprescindible producción poética en gallego y continuar el enriquecimiento de la creación cultural gallega actual.
En su elenco de ganadores figuran poetas gallegos como Xavier Seoane, María do Cebreiro, Román Raña, Arcadio López Casanova, Marilar Aleixandre, Carlos Penelas, Luís Valle Regueiro, Emma Pedreira, Xavier Rodríguez Baixeras, X. Daniel Costas, Yolanda Castaño, Elías Portela, Miguel Anxo Fernán Vello, Olalla Cociña, Estíbaliz Espinosa, Gonzalo Hermo, Miguel Sande, Oriana Méndez o Medos Romero, ganadora de la anterior convocatoria.
El premio cuenta con el apoyo y la participación de la Xunta de Galicia, cuya implicación en el proyecto garantiza la estabilidad del galardón y contribuye a preservar esta cita de referencia en la agenda cultural gallega, al tiempo que estimula la creación literaria. Afundación y el Centro PEN de Galicia, tras casi dos décadas de implicación y compromiso con la poesía y con la literatura gallega, continúan trabajando por un género indispensable que, aunque minoritario, sirve de cimiento para la consolidación de la renovación estética y para la normalización de la lengua gallega.
Además, destaca la participación de la Consellería de Cultura, Educación e Universidade, a través de la Dirección Xeral de Políticas Culturais, que viene colaborando desde hace años con esta cita de referencia en la agenda cultural gallega, al tiempo que estimula la creación literaria. Afundación y el Centro Pen de Galicia, tras veinte años de implicación y compromiso con la poesía y con la literatura gallegas, continúan trabajando por un género indispensable en la renovación estética y para la normalización de la lengua gallega.
Desde el Departamento de Cultura de Afundación se encuentran preparando una Antología comentada para celebrar el XX Aniversario del Premio de Poesía Afundación, y en la publicación en la que participará el poemario con el que ganó Carlos Penelas.
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La escritora francesa Annie Ernaux gana el Premio Nobel de Literatura 2022
La Academia Sueca concede el máximo galardón literario a uno de los grandes exponentes de la autoficción europea, autora de una obra situada entre la narrativa y la sociología, el feminismo y el compromiso social.
La escritora francesa Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 82 años) ha ganado este jueves el Premio Nobel de Literatura, dotado con 10 millones de coronas suecas (más de 920.000 euros). “Para mí representa algo inmenso en nombre de aquellos de quien provengo, en primer lugar. Alguna vez dije que quería vengar a mi raza. Cuando lo dije no sabía muy bien cómo hacerlo. Pero sucedió con las palabras y con los libros”, declaró ante un enjambre de cámaras y micrófonos en un elegante salón de la sede de Gallimard en París, su editorial desde que en 1972 envió —ella, la hija de la clase obrera que iniciaba así su ascenso hasta la consagración en el panteón literario universal— su primer libro, Los armarios vacíos, y hasta el último, Le jeune homme, publicado hace pocos meses en Francia. Ernaux añadió: “Recibir el Nobel es, para mí, una responsabilidad para continuar”.
El galardón le fue concedido “por la valentía y la precisión clínica con la que desvela las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas a la memoria personal”, según argumentó el comité del premio. Esa justificación parece salida de la boca de la propia Ernaux, que cree que la literatura debe funcionar “como un cuchillo”. La autora escribe con el bisturí en la mano, siempre dispuesta a tocar el hueso, a llegar “hasta el fondo de una determinada verdad”.
El resultado ha sido una obra minuciosamente elaborada a lo largo de las últimas cinco décadas y situada a medio camino entre la narrativa y las ciencias humanas, donde la historia y la sociología cuentan tanto como el recuerdo individual. Ernaux está convencida de que es imposible disociar ambas cosas. Se dirá que este es el primer Nobel que premia la autoficción, un subgénero que ella ha alimentado más que nadie, aunque la escritora reniegue de esa etiqueta y de todo lo que la encierre en su mera biografía. En realidad, su supuesta literatura del yo ha adoptado, a menudo, otros pronombres: tú, él, ella, nosotros, el impersonal on que tanto abunda en francés.
Para Ernaux, la primera persona es un contenedor vacío que utiliza para recoger una experiencia ampliamente compartida. “El yo es solo un lugar y no la expresión de una persona”, afirmaba en una entrevista con El País en 2019 en su domicilio de Cergy-Pontoise, a unos 40 kilómetros de París, una de esas villes nouvelles que Pompidou levantó de la nada para aliviar la concentración urbana en la capital. Un sitio sin historia, peculiar elección para una escritora obsesionada por la memoria, en el que Ernaux vive sola, en una casita con jardín decorada al estilo british y situada en una zona residencial un tanto aislada. “Sé que parece una contradicción, pero esta urbe sin pasado era el único lugar donde me sentía bien. Las ciudades históricas me recuerdan a una larga tradición de exclusión social. Aquí podía vivir sin sentirme sometida a ese determinismo”, explica Ernaux, siempre marcada por las tesis del sociólogo Pierre Bourdieu.
La noción de traición social respecto a sus orígenes humildes, de lo que ella define como un transfuguismo de clase, atraviesa la trayectoria de esta hija de modestos tenderos de un pueblo de Normandía, que vendían patatas para que ella “pudiera sentarse en un anfiteatro universitario para escuchar hablar de Platón”, como dejó escrito en Una mujer. Ernaux se sitúa en la extrema izquierda, ha apoyado al líder antiliberal Jean-Luc Mélenchon y el combate de los chalecos amarillos. En 2019, cuando invadieron las rotondas francesas, no condenó su violencia. Quienes no eran capaces de entenderla, dijo Ernaux, era porque “nunca han sentido la necesidad de destrozarlo todo, nunca han experimentado ese sentimiento de injusticia”. Los paisajes de Ernaux —las ciudades residenciales del extrarradio lejano de París, los trenes de cercanías que llevan a los trabajadores precarios a la gran ciudad, las superficies comerciales impersonales, los pequeños pueblos en declive de su región natal— son los paisajes de la Francia de los desfavorecidos, la Francia periférica, como la llama el geógrafo Christophe Guilluy. En su país, la escritora ha creado escuela, con autores de generaciones posteriores como Emmanuel Carrère, Nicolas Mathieu o Édouard Louis reconociéndose como discípulos suyos.
Ernaux temía este momento, según confesó en junio al diario belga Le Soir. La autora de Los años se imaginaba que, de recibir el Nobel, se sentiría triste. “Me sentiría atrapada entre el deseo de decir no, no lo quiero, como Jean-Paul Sartre, y otro de poder decir cosas como hizo Albert Camus”. Y se preguntaba: “¿Qué sentido tendría recibir el Nobel de Literatura? Hay una parte de azar, también. Si mira la lista de los Nobel, hay muchos escritores que no han dejado una obra imperecedera. Lo que obtiene el laureado de un premio Nobel es a la vez mucho dinero y también una forma de intocabilidad. Todo esto me parece malsano. He llegado a un punto en que temo de nuevo el mes de octubre. ¡Espero que sea tranquilo el de este año, y todos los siguientes!”.
El presidente de la República, Emmanuel Macron, celebró el galardón con un mensaje en Twitter: “Annie Ernaux escribe, desde hace 50 años, la novela de la memoria colectiva e íntima de nuestro país. Su voz es la de la libertad de las mujeres y de los olvidados del siglo. Se une, con esta consagración, al gran círculo del Nobel de nuestra literatura francesa”. A la pregunta, en la rueda de prensa, sobre si Macron, a quien ha criticado con dureza en el pasado, le había felicitado, respondió entre las risas de los periodistas: “He apagado todos los teléfonos”. La escritora, que compareció ante la prensa junto al editor Antoine Gallimard, explicó que se había enterado del premio escuchando la radio en su cocina en su casa de Cergy. “Estaba sola. ¿Quieren saber cómo iba vestida?”, bromeó. “No se lo diré”. Pronto llegaron los periodistas; ella tomó un taxi en dirección a Gallimard.
El premio puede interpretarse como un reconocimiento de la vitalidad de las letras francesas —en los últimos 15 años tres franceses lo han recibido: además de Ernaux, Patrick Modiano y J. M. G. Le Clézio—, pero también de una autora que se reivindica del feminismo y del movimiento Me Too. “Otro aspecto de mi trabajo es hablar desde mi condición de mujer”, reflexionó ante la prensa. “Para mí sigue siendo una cuestión: no me parece que nosotras, mujeres, nos hayamos vuelto iguales en libertades, en poder. De una manera general sigue existiendo esta dominación que toma formas más ligeras, o más pesadas. Escribir es también este lugar”.
El Nobel consagra definitivamente a una autora que, hasta hace solo un par de décadas, era prácticamente una paria de las letras francesas, como ella misma admitía. Su reflejo literario de la experiencia femenina provocó que se la arrinconara como una escritora menor y un tanto sensacionalista, por no rehuir aspectos como su aborto clandestino en los sesenta (tanto en la citada Los armarios vacíos, como en El acontecimiento, adaptada al cine en 2021), la muerte de su padre (El lugar), la enfermedad de su madre (No he salido de mi noche), el cáncer que Ernaux padeció (El uso de la foto), la mediocridad de la vida familiar (La vergüenza, La mujer helada) o la lujuria reencontrada en la madurez (Pura pasión). También mezclar los viajes en tren suburbano y las visitas al hipermercado (Mira las luces, amor mío) con los grandes asuntos como la diferencia de clases, las reivindicaciones feministas y la memoria histórica en la interfaz de una escritura “llana”, desprovista de todo ornamento, que Ernaux parece considerar una obscenidad.
“He tenido enemigos de los que me siento orgullosa. Venían de la derecha, pero también de la izquierda caviar. Ahora ya no se atreven, pero durante mucho tiempo me masacraron”, decía en 2019. Todo cambió con la publicación de Los años (2008), gran fresco sobre los cambios en la sociedad francesa, de la posguerra al nuevo milenio, que muchos consideran su obra maestra. En España, sus libros llegaron de forma errática, hasta que empezaron a ser recuperados en la década pasada por Cabaret Voltaire, sello inmerso en la recuperación de toda su obra, y de cuatro volúmenes editados por Tusquets: El lugar, Pura pasión, La vergüenza y El acontecimiento.
Ernaux ha tenido una relación ambivalente con esta nueva fama, que la cogió algo mayor —“ya no soy una mujer joven; no hay día que no me levante con dolores en algún lugar del cuerpo”, asegura—, pese a que suela atender con amabilidad a las demandas de los periodistas. “Vivía mejor cuando era menos conocida. Sentía una tranquilidad y una libertad que he perdido”, confesaba hace unos años, a riesgo de que la trataran de “desagradecida”. Cuando le concedieron el Premio Formentor en 2019, Ernaux se hizo una pregunta: “¿Por qué yo?”. Y luego argumentó: “La verdad es que no creo merecérmelo. Mi discurso [en la ceremonia del Formentor] hablará del sentimiento de indignidad que siento al recibir un premio. No doy saltos de alegría. Siento más estupefacción que regocijo”.
Con todo, Ernaux no para: además de su último libro, el relato breve Le jeune homme, ha codirigido con su hijo Les années Super-8, documental montado a partir de los vídeos domésticos de sus vacaciones en los setenta y ochenta que fue presentado en el último festival de Cannes y se estrenará en España en enero. Este Nobel contribuirá a legitimar una escuela literaria desdeñada durante décadas. “El campo literario sigue dominado por los hombres y su ideología. Un escritor de verdad sigue siendo un hombre. Una mujer que escribe es, como mucho, una novelista”, ironizaba Ernaux en 2019. Desde hoy, tal vez sea un poco menos cierto.
Ernaux es la decimoséptima mujer que se alza con la máxima distinción literaria internacional y la quinta en los últimos 10 años. Aunque el idioma más premiado es el inglés, Francia es el país en el que más veces ha recaído el galardón: lleva 15, incluyendo a Jean-Paul Sartre, que no lo aceptó en 1964. El último antes de Ernaux fue Patrick Modiano, que lo recibió en 2014. De los 118 galardones entregados desde la creación del premio en 1901, en 95 ocasiones lo han recibido autores europeos o norteamericanos. La brecha de género también ha sido notable: el Nobel de Literatura ha distinguido a 102 hombres y 16 mujeres, dos de ellas premiadas en los últimos años (en 2018, Olga Tokarczuk y, en 2020, Louise Glück).
La escritora francesa Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 82 años) ha ganado este jueves el Premio Nobel de Literatura, dotado con 10 millones de coronas suecas (más de 920.000 euros). “Para mí representa algo inmenso en nombre de aquellos de quien provengo, en primer lugar. Alguna vez dije que quería vengar a mi raza. Cuando lo dije no sabía muy bien cómo hacerlo. Pero sucedió con las palabras y con los libros”, declaró ante un enjambre de cámaras y micrófonos en un elegante salón de la sede de Gallimard en París, su editorial desde que en 1972 envió —ella, la hija de la clase obrera que iniciaba así su ascenso hasta la consagración en el panteón literario universal— su primer libro, Los armarios vacíos, y hasta el último, Le jeune homme, publicado hace pocos meses en Francia. Ernaux añadió: “Recibir el Nobel es, para mí, una responsabilidad para continuar”.
El galardón le fue concedido “por la valentía y la precisión clínica con la que desvela las raíces, los extrañamientos y las trabas colectivas a la memoria personal”, según argumentó el comité del premio. Esa justificación parece salida de la boca de la propia Ernaux, que cree que la literatura debe funcionar “como un cuchillo”. La autora escribe con el bisturí en la mano, siempre dispuesta a tocar el hueso, a llegar “hasta el fondo de una determinada verdad”.
El resultado ha sido una obra minuciosamente elaborada a lo largo de las últimas cinco décadas y situada a medio camino entre la narrativa y las ciencias humanas, donde la historia y la sociología cuentan tanto como el recuerdo individual. Ernaux está convencida de que es imposible disociar ambas cosas. Se dirá que este es el primer Nobel que premia la autoficción, un subgénero que ella ha alimentado más que nadie, aunque la escritora reniegue de esa etiqueta y de todo lo que la encierre en su mera biografía. En realidad, su supuesta literatura del yo ha adoptado, a menudo, otros pronombres: tú, él, ella, nosotros, el impersonal on que tanto abunda en francés.
Para Ernaux, la primera persona es un contenedor vacío que utiliza para recoger una experiencia ampliamente compartida. “El yo es solo un lugar y no la expresión de una persona”, afirmaba en una entrevista con El País en 2019 en su domicilio de Cergy-Pontoise, a unos 40 kilómetros de París, una de esas villes nouvelles que Pompidou levantó de la nada para aliviar la concentración urbana en la capital. Un sitio sin historia, peculiar elección para una escritora obsesionada por la memoria, en el que Ernaux vive sola, en una casita con jardín decorada al estilo british y situada en una zona residencial un tanto aislada. “Sé que parece una contradicción, pero esta urbe sin pasado era el único lugar donde me sentía bien. Las ciudades históricas me recuerdan a una larga tradición de exclusión social. Aquí podía vivir sin sentirme sometida a ese determinismo”, explica Ernaux, siempre marcada por las tesis del sociólogo Pierre Bourdieu.
La noción de traición social respecto a sus orígenes humildes, de lo que ella define como un transfuguismo de clase, atraviesa la trayectoria de esta hija de modestos tenderos de un pueblo de Normandía, que vendían patatas para que ella “pudiera sentarse en un anfiteatro universitario para escuchar hablar de Platón”, como dejó escrito en Una mujer. Ernaux se sitúa en la extrema izquierda, ha apoyado al líder antiliberal Jean-Luc Mélenchon y el combate de los chalecos amarillos. En 2019, cuando invadieron las rotondas francesas, no condenó su violencia. Quienes no eran capaces de entenderla, dijo Ernaux, era porque “nunca han sentido la necesidad de destrozarlo todo, nunca han experimentado ese sentimiento de injusticia”. Los paisajes de Ernaux —las ciudades residenciales del extrarradio lejano de París, los trenes de cercanías que llevan a los trabajadores precarios a la gran ciudad, las superficies comerciales impersonales, los pequeños pueblos en declive de su región natal— son los paisajes de la Francia de los desfavorecidos, la Francia periférica, como la llama el geógrafo Christophe Guilluy. En su país, la escritora ha creado escuela, con autores de generaciones posteriores como Emmanuel Carrère, Nicolas Mathieu o Édouard Louis reconociéndose como discípulos suyos.
Ernaux temía este momento, según confesó en junio al diario belga Le Soir. La autora de Los años se imaginaba que, de recibir el Nobel, se sentiría triste. “Me sentiría atrapada entre el deseo de decir no, no lo quiero, como Jean-Paul Sartre, y otro de poder decir cosas como hizo Albert Camus”. Y se preguntaba: “¿Qué sentido tendría recibir el Nobel de Literatura? Hay una parte de azar, también. Si mira la lista de los Nobel, hay muchos escritores que no han dejado una obra imperecedera. Lo que obtiene el laureado de un premio Nobel es a la vez mucho dinero y también una forma de intocabilidad. Todo esto me parece malsano. He llegado a un punto en que temo de nuevo el mes de octubre. ¡Espero que sea tranquilo el de este año, y todos los siguientes!”.
El presidente de la República, Emmanuel Macron, celebró el galardón con un mensaje en Twitter: “Annie Ernaux escribe, desde hace 50 años, la novela de la memoria colectiva e íntima de nuestro país. Su voz es la de la libertad de las mujeres y de los olvidados del siglo. Se une, con esta consagración, al gran círculo del Nobel de nuestra literatura francesa”. A la pregunta, en la rueda de prensa, sobre si Macron, a quien ha criticado con dureza en el pasado, le había felicitado, respondió entre las risas de los periodistas: “He apagado todos los teléfonos”. La escritora, que compareció ante la prensa junto al editor Antoine Gallimard, explicó que se había enterado del premio escuchando la radio en su cocina en su casa de Cergy. “Estaba sola. ¿Quieren saber cómo iba vestida?”, bromeó. “No se lo diré”. Pronto llegaron los periodistas; ella tomó un taxi en dirección a Gallimard.
El premio puede interpretarse como un reconocimiento de la vitalidad de las letras francesas —en los últimos 15 años tres franceses lo han recibido: además de Ernaux, Patrick Modiano y J. M. G. Le Clézio—, pero también de una autora que se reivindica del feminismo y del movimiento Me Too. “Otro aspecto de mi trabajo es hablar desde mi condición de mujer”, reflexionó ante la prensa. “Para mí sigue siendo una cuestión: no me parece que nosotras, mujeres, nos hayamos vuelto iguales en libertades, en poder. De una manera general sigue existiendo esta dominación que toma formas más ligeras, o más pesadas. Escribir es también este lugar”.
El Nobel consagra definitivamente a una autora que, hasta hace solo un par de décadas, era prácticamente una paria de las letras francesas, como ella misma admitía. Su reflejo literario de la experiencia femenina provocó que se la arrinconara como una escritora menor y un tanto sensacionalista, por no rehuir aspectos como su aborto clandestino en los sesenta (tanto en la citada Los armarios vacíos, como en El acontecimiento, adaptada al cine en 2021), la muerte de su padre (El lugar), la enfermedad de su madre (No he salido de mi noche), el cáncer que Ernaux padeció (El uso de la foto), la mediocridad de la vida familiar (La vergüenza, La mujer helada) o la lujuria reencontrada en la madurez (Pura pasión). También mezclar los viajes en tren suburbano y las visitas al hipermercado (Mira las luces, amor mío) con los grandes asuntos como la diferencia de clases, las reivindicaciones feministas y la memoria histórica en la interfaz de una escritura “llana”, desprovista de todo ornamento, que Ernaux parece considerar una obscenidad.
“He tenido enemigos de los que me siento orgullosa. Venían de la derecha, pero también de la izquierda caviar. Ahora ya no se atreven, pero durante mucho tiempo me masacraron”, decía en 2019. Todo cambió con la publicación de Los años (2008), gran fresco sobre los cambios en la sociedad francesa, de la posguerra al nuevo milenio, que muchos consideran su obra maestra. En España, sus libros llegaron de forma errática, hasta que empezaron a ser recuperados en la década pasada por Cabaret Voltaire, sello inmerso en la recuperación de toda su obra, y de cuatro volúmenes editados por Tusquets: El lugar, Pura pasión, La vergüenza y El acontecimiento.
Ernaux ha tenido una relación ambivalente con esta nueva fama, que la cogió algo mayor —“ya no soy una mujer joven; no hay día que no me levante con dolores en algún lugar del cuerpo”, asegura—, pese a que suela atender con amabilidad a las demandas de los periodistas. “Vivía mejor cuando era menos conocida. Sentía una tranquilidad y una libertad que he perdido”, confesaba hace unos años, a riesgo de que la trataran de “desagradecida”. Cuando le concedieron el Premio Formentor en 2019, Ernaux se hizo una pregunta: “¿Por qué yo?”. Y luego argumentó: “La verdad es que no creo merecérmelo. Mi discurso [en la ceremonia del Formentor] hablará del sentimiento de indignidad que siento al recibir un premio. No doy saltos de alegría. Siento más estupefacción que regocijo”.
Con todo, Ernaux no para: además de su último libro, el relato breve Le jeune homme, ha codirigido con su hijo Les années Super-8, documental montado a partir de los vídeos domésticos de sus vacaciones en los setenta y ochenta que fue presentado en el último festival de Cannes y se estrenará en España en enero. Este Nobel contribuirá a legitimar una escuela literaria desdeñada durante décadas. “El campo literario sigue dominado por los hombres y su ideología. Un escritor de verdad sigue siendo un hombre. Una mujer que escribe es, como mucho, una novelista”, ironizaba Ernaux en 2019. Desde hoy, tal vez sea un poco menos cierto.
Ernaux es la decimoséptima mujer que se alza con la máxima distinción literaria internacional y la quinta en los últimos 10 años. Aunque el idioma más premiado es el inglés, Francia es el país en el que más veces ha recaído el galardón: lleva 15, incluyendo a Jean-Paul Sartre, que no lo aceptó en 1964. El último antes de Ernaux fue Patrick Modiano, que lo recibió en 2014. De los 118 galardones entregados desde la creación del premio en 1901, en 95 ocasiones lo han recibido autores europeos o norteamericanos. La brecha de género también ha sido notable: el Nobel de Literatura ha distinguido a 102 hombres y 16 mujeres, dos de ellas premiadas en los últimos años (en 2018, Olga Tokarczuk y, en 2020, Louise Glück).
Álex Vicente y Marc Bassets
Diario El País
Madrid, 6 de octubre de 2022
CONVERSATION
Noé Jitrik, ejerciendo la palabra como arma de la razón
A los 94 años se apagó la vida de Noé Jitrik uno de los intelectuales contemporáneos más lúcidos de Latinoamérica.
En efecto, Noé Jitrik, que había nacido en Rivera provincia de Buenos Aires el 23 de enero de 1928 falleció en Pereira (Colombia) el 6 de octubre de 2022.
Un verdadero y originalísimo polígrafo nos deja como legado la agudeza de sus ensayos y el explícito compromiso con las problemáticas sociales y políticas de la región Argentina y del continente.
Ejerció la docencia universitaria en Córdoba y a partir de 1953 comenzó a escribir en la Revista Contorno, ámbito de reflexión y crítica que compartió con David Viñas e Ismael Viñas, Adelaida Gigli, León Rozirchner, Oscar Masotta.
Noé Jitrik, fue el guionista de la película Todo sol es amargo estrenada en las pantallas cinematográficas en 1966.
Residiendo en Francia, país donde dictaba cátedra en un universidad, fue parte activa junto a su compañera de la vida la escritora Tununa Mercado de los comités de solidaridad con Chile y los países de América Latina cuyos pueblos padecieron golpes de Estado cívico militares.
En 1974 al padecer amenazas de la tenebrosa tiple A (Alianza Anticomunista Argentina) debió exiliarse en México con toda su familia y recién pudo volver a la Argentina en 1987.
Noé Jitrik, hizo uso de la palabra como arma de la razón en diversos géneros de la escritura tales como la narrativa: La fisura mayor (1967) – cuentos, Del otro lado de la puerta: rapsodia (1974) - novela corta, Viajes. Objetos reconstruidos (1979) - crónicas de viaje, Mares del sur (1997), Amaneceres (2006) - novela autobiográfica. Libro perdido. Marcas (apenas) autobiográficas (2008) - novela autobiográfica. Ensayos: Leopoldo Lugones, mito nacional (1960), Horacio Quiroga. Una obra de experiencia y riesgo (1960), Procedimiento y mensaje en la novela (1962), Escritores argentinos, dependencia o libertad (1967), Esteban Echeverría (1967), Horacio Quiroga (1967), Muerte y resurrección de Facundo (1968), La novela futura de Macedonio Fernández (1973), Producción literaria y producción social (1975), El mundo del ochenta (1982), Las armas y las razones (1984), Cuando leer es hacer (1987).
Un permanente incitador a la reflexión, un demoledor de verdades consagradas y dogmas, Noé Jitrik ya no estará con nosotros pero su legado y su estilo incomparable seguirá siendo un acicate para continuar las luchas con las armas de la razón.
Carlos A. Solero
Jueves 6 de octubre de 2022
Encuentre los libros de Noé Jitrik en nuestro catálogo.
CONVERSATION
Borges: virtud de la relectura
a Manuel Gayol Mecías
He confesado en más de una oportunidad que leo a Borges desde los quince años. Su obra poética, su obra narrativa, sus breves ensayos siempre me apasionaron. Nuestro poeta ha transitado una íntima unión entre lo simbólico y el laberinto, búsqueda de un significado en sueños, laberintos; un mundo interior, un entorno lingüístico. Un tránsito siempre de una voz humanista, dones que atesoran silencio y belleza.
La experiencia de la vida siempre condiciona al poeta. Hay un mundo que se crea ante la decadencia de todo lo que existe. Y debemos observar que la dualidad de la poesía frente al existir es sólo aparente.
Como toda obra de trascendencia la de Borges actúa en un ámbito literario universal. Sin duda hay otras convergencias, la hispanoamericana, la europea. En Argentina, durante décadas se la ha tildado de extranjerizante. Sin duda es argentina por la avidez cultural cosmopolita, ente otras cosas. En primer lugar – son varios los enfoques que intentaremos señalar de forma sintética – la insularidad de su prosa, la novedad de la prosa borgeana es una realización privilegiada de la tradición hispanoamericana. Pero en toda su obra admiramos la mirada de un escritor dotado para la especulación intelectual. Y hay, además, una reelaboración de nuestra realidad cultural. Recuperamos en sus páginas la complejidad de su mundo pero también nuestra propia invención del hecho creador.
Creemos oportuno recordar que muchos de sus detractores no vieron, o no quisieron ver, sus textos y sólo glosaron sus opiniones periodísticas. Allí está, como ejemplo, el poema Cristo en la cruz, perteneciente al libro Los conjurados. Este poema no puede ajustarse a un régimen fascista, se llame Pinochet o Videla. Ni al populismo que amenaza la soledad y la ética. Escribió además: “…desconfiaríamos de la inteligencia de un Dios que mantuviera cielos e infiernos”.
La teología era para Borges lo más fascinante de la literatura fantástica.
La particularidad de su poética está en haber interpretado el arte como continuidad y superación, más que como ruptura con la tradición. El poeta aspira a un arte intemporal desde una visión metafórica de su existencia. Su lírica significa un renovado lenguaje de condensación. Sus raíces son parte de la tradición de la poesía metafísica. Y fundamenta, a su vez, una ética no dogmática.
En su temática encontramos los antepasados, la patria, la memoria y el olvido, el ejercicio de la literatura. La soledad y la muerte.
La literatura argentina cuenta, después de Sarmiento, con escritores que tuvieron fama internacional: Lugones. Sábato, Cortázar y Borges. Y otros que formaron la frondosidad de la literatura nacional como Molinari, Franco, Mujica Láinez, Marechal, Martínez Estrada, Denevi o Quiroga. Divergencias y convergencias, sin duda, pero estamos intentando hacer una lectura estilística. La estética de Borges es la de un creador de metáforas. Enfatiza la metáfora como núcleo del lenguaje literario.
Entre los símbolos más conocidos en su obra se encuentran el laberinto y el espejo. Símbolo de la prisión (real o imaginaria) el primero; revelación del propio ser, el segundo. Desde luego, hay otras interpretaciones. Estas son las más afines a nuestro sentir.
Para finalizar recordemos un juicio de Julio Ortega. “Como ocurre con Mallarmé y con Joyce, y también con Vallejo y Neruda, la crítica sobre Borges forma parte ya de la misma obra de Borges: no porque sea su paciente tributo, sino porque desarrolla su existencia intelectual, diseña el ámbito de su aventura creadora y, en fin, da cuenta de su radical renovación del acto literario”.
La excepcionalidad, no es un dato menor, se licua entre la multitud. La omnipotencia se transforma – de más está decir en estos tiempos – en carencia. La literatura un resquicio, en algunos casos una obstinada ostentación. La literatura edificante no se ha detenido, como sostiene David Viñas, en las sacristías ni en las congregaciones beatas.
La literatura -en una época de globalización, banalidad y decadencia generalizada - tiende a polarizarse, a esfumarse. Se hipertrofia la espiritualidad, se crea una escenografía en torno a lo inmediato. La creación necesita silencio, tiempo, maduración. Y advertimos que las contraposiciones resultan cada día más homogéneas. Sin pedestales, entonces. Sin apelaciones a lo sentimental.
Quien lea sus páginas encontrará a uno de los creadores más lúcidos y de inevitable pluralidad, una voz propia que pertenece al tiempo. Conforma una emoción intelectual, una pasión por el idioma, una búsqueda emotiva del símbolo, la integración equilibrada de lo nacional con lo universal. Eso es lo que hay, eso es lo que leemos. Su vigencia continuará dentro de un mundo cultural cada vez más asediado. Pero también necesitamos preguntarnos – sin ingenuidad, sin idealizaciones – quién lee en estos tiempos a Victor Hugo, a Pérez Galdós, a Rubén Darío. Si jóvenes universitarios desconocen la Guerra Civil Española o La Comuna de París, estudiantes de teatro ignoran a Meyerhold, jóvenes escritores no leyeron a Molinari o Góngora me es muy difícil hablar de su vigencia. El legado existe, está en su poesía y en su prosa. El resto forma parte de una sociedad hipócrita, rodeada de astucia, picaresca y grosería. Para sintetizar: decadencia, populismo. No olvidemos su anarquismo spenceriano. Quedan islas, sin duda. Lugares donde se crea, se trabaja y se siente lo utópico del hombre.
Entre las amenazadas virtudes nacionales la lectura de Sarmiento o la de Borges comparten el cielo traslúcido de lo intemporal. Allí la poesía, el tiempo de la utopía. Volver a ellos -como a otros poetas de infinitud- nos da aliento en un territorio de ríos oscuros y soledad durísima.
Hay siempre un proceso alquímico que nos eleva, que nos hace recurrir a los grandes autores. No sólo es el estilo, las cadencias, el misterio de un cosmos, la belleza que eleva, un cierto monólogo mágico. Como señaló en el prólogo de Los conjurados: "Escribir un poema es ensayar una magia menor. El instrumento de esa magia, el lenguaje, es asaz misterioso. Nada sabemos de su origen".
Carlos Penelas
Buenos Aires, septiembre de 2022
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