F De qué diablos habla Queen en su canción ‘Bohemian Rhapsody’ - Carlos Sánchez Viamonte

De qué diablos habla Queen en su canción ‘Bohemian Rhapsody’

Uno de los temas más exitosos de la historia de la música encierra enigmas en su lírica y su estructura.


La admiración de la banda Queen por los hermanos Marx quedó patente en dos títulos de sus discos: A Nigth at the Opera (1975) y A Day at the Races (1976), ambas películas de los célebres cómicos. El primero de esos trabajos supuso la explosión total de la banda. Salió a finales de 1975 y vendió más de un millón y cuarto de copias solo en Reino Unido. En gran medida, gracias a que se arriesgaron a presentarlo con Bohemian Rhapsody, seis minutos de canción, que mezcla rock y ópera. Fue una apuesta que bien pudo haber acabado con el grupo. Las radios, la discográfica e incluso sus productores pensaron que aquello sería un estrepitoso fracaso. Roy Thomas Baker, coproductor junto a Mike Stone del álbum, reconoció que cuando escuchó la canción pensó que se trataba de una broma, pero acabó convirtiéndose en uno de los mayores éxitos del grupo. Su intrincada estructura musical y lírica ha sido alabada por los críticos, pero ¿de qué habla Bohemian Rhapsody?

Desde el título, el oyente queda advertido de lo que se va a encontrar: una rapsodia, un conjunto de diferentes piezas sin relación entre ellas. El tema une voces a capella, balada y un aria operística. Esta rapsodia está calificada de bohemia, lo que bien puede referirse a su carácter alternativo o a la ciudad checa donde el Fausto de Goethe hace un pacto con el diablo, como el que ocurre en el texto que Freddie Mercury interpreta.

El cantante se sumerge desde el arranque en una especie de ensoñación con la pregunta “¿Es esta la vida real?”. A partir de ahí, se presenta el protagonista, un hombre que ha sido un niño pobre, y arranca el argumento, con una confesión: “Mamá, he matado a un hombre”. Como en tantas obras clásicas, en el momento del juicio final el protagonista se despide, sabiendo que el diablo viene a cobrarse su alma. El asesino sufre la bajada a los infiernos en la parte operística, que se incrusta en el minuto tres. Las voces se multiplican en un coro compuesto en realidad por solo cuatro hombres, las de los componentes de la banda. Con la tecnología de la época, esto supuso decenas de grabaciones.

Varios actores van apareciendo: Scaramouche, un personaje menor de la Comedia del arte; Galileo, astrónomo condenado por herejía; Fígaro, protagonista de El barbero de Sevilla. En este delirio de personajes, Belcebú quiere arrastrar el alma del asesino, que pide ayuda a Bismillah (en el nombre de Dios, es decir, Allah). El solo de guitarra ilustra el caos de la lucha en la que los ángeles acaban por salvar su alma. Con el delirio ya resuelto, vuelve la balada y Mercury resta importancia a lo sucedido con la frase “Nada importa para mí”, quizá porque el tiempo sigue transcurriendo, pase lo que pase. “El viento soplará igualmente", una posible referencia al insuflo de vida.

Algunos han interpretado esta canción como el asesinato del antiguo Mercury, el que no reconocía su sexualidad. Lo cierto es que el compositor no reveló nunca qué quería decir exactamente, al igual que el resto de los miembros de la banda. Todos han preferido dejar que cada oyente genere su propia historia.

Diario El País de Madrid

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