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Día del lector
El Premio Nobel de Literatura 2024 fue para la escritora surcoreana Han Kang
La prosa poética de la autora de La vegetariana (que forma parte de nuestro catálogo) y La clase de griego convenció al jurado, que por fuera de las listas de favoritos sorprendió con el anuncio esta mañana en Estocolmo.

“Me llamó un hombre y me dio la noticia. Me quedé muy sorprendida”, resumió ella misma el momento en el que fue oficialmente notificada. En su modo pausado de hablar, en un inglés correcto, declaró a su interlocutora de la Fundación Nobel: “Me honra y aprecio el respaldo que me brinda el premio (...). Mis principales lecturas, con las que me he criado, son libros coreanos”, destacó, deseando que su galardón sirva como impulso para la difusión de las letras de su país. Justamente, la cultura coreana viene dando, por lo menos en las últimas dos décadas, innumerables muestras del alcance y el impacto de sus producciones artísticas en occidente: desde el cine y las series a la revolución musical del K-pop, la literatura no iba a ser la excepción.
Su exitosa tercera novela, La vegetariana, de 2007, fue publicada en la Argentina por Bajo la Luna en 2012; un año después, Han participó como invitada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. “Publicamos la novela en 2012 -dice Miguel Balaguer, el director de ese sello a LA NACION-. En 2010, tomamos contacto con la literatura coreana en 2010, cuando seleccionamos material de poesía y narrativa. Conocí la obra de Han gracias a Sunme Yoon, y digo esto para remarcar la importancia de los traductores en la difusión de la literatura internacional”. Han firmó ejemplares de La vegetariana -actualmente en el catálogo de Penguin Random House- en el stand de Bajo la Luna, en La Rural, en 2013.
“Fue traducida por primera vez a una lengua occidental en la Argentina, por la traductora coreana formada en la Argentina Sunem Yoon -dice a LA NACION el editor Nicolás Braessas, del sello de literatura coreana Hwarang-. Han Kang no había tenido éxito en Corea, pero luego del Premio Booker Internacional, en 2016, con La vegetariana se la empezó a leer y comenzó la ‘ola de oro’ de la literatura coreana en el mundo”. La novela, que recrea el mito de Dafne y Apolo, narra en tres capítulos los últimos años de vida de una joven que decide dejar de comer carne e inicia una extraña relación con su cuñado. En 2009, fue llevada al cine por Lim Woo-seong. En 2023, la escritora también fue galardonada con el Premio Médicis en París.
Kang es autora de cuatro libros de cuentos y seis novelas. En español se pueden encontrar, además de La vegetariana, Actos humanos, Blanco y La clase de griego, todos traducidos por Sunme Yoon. En Actos humanos, aborda un acontecimiento histórico que tuvo lugar en la ciudad de Gwangju, donde ella misma creció y donde cientos de estudiantes y civiles desarmados fueron asesinados durante una masacre llevada a cabo por el ejército surcoreano en 1980, durante un levantamiento popular en contra de la dictadura militar en Corea del Sur. Con un estilo visionario y a la vez testimonial, da voz a las almas de los muertos.
La temporada de entrega de estos galardones continuará mañana con el de la Paz, uno de los más esperados en medio de un contexto bélico que afecta al mundo en distintas regiones, y el próximo lunes, con el de Economía.
Daniel Gigena
Para sorpresa de casi todo el mundo, la Academia Sueca anunció hoy que el Premio Nobel de Literatura 2024 es para la surcoreana Han Kang, que recibió el reconocimiento “por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, según dijo el secretario de la organización, Mats Malm, en Estolcomo. Hija de un escritor de escasos recursos económicos y de estilo costumbrista, Han Seung-won, la autora, que nació en 1970, en Kwangju, se convirtió inesperadamente en la primera escritora de su país en ganar el galardón internacional más importante del mundo para las Letras. Es, asimismo, la decimoctava mujer que lo recibe y la firma más joven de las últimas cuatro décadas. El Nobel de Literatura, que se entrega desde 1901, hace así una apuesta a pleno por una voz contemporánea.
Mats Malm, secretario permanente del Comité del Nobel de la Academia Sueca, fue el encargado de develar breve y formalmente el nombre de Han Kang frente a la sala colmada por prensa internacional. “Tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos, y en su estilo poético y experimental se ha convertido en una presencia innovadora en la narrativa contemporánea”, destacó, luego de una sutil confidencia: la autora había recibido la llamada de Estocolmo en un jueves que parecía ser como cualquier otro, “un día normal, acaba de cenar con su hijo”. Tras el anuncio, Anna-Karin Palm, miembro del Comité del Nobel de Literatura, dijo que “Han Kang escribe una prosa intensa y lírica que es a la vez tierna y brutal”.
Mats Malm, secretario permanente del Comité del Nobel de la Academia Sueca, fue el encargado de develar breve y formalmente el nombre de Han Kang frente a la sala colmada por prensa internacional. “Tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos, y en su estilo poético y experimental se ha convertido en una presencia innovadora en la narrativa contemporánea”, destacó, luego de una sutil confidencia: la autora había recibido la llamada de Estocolmo en un jueves que parecía ser como cualquier otro, “un día normal, acaba de cenar con su hijo”. Tras el anuncio, Anna-Karin Palm, miembro del Comité del Nobel de Literatura, dijo que “Han Kang escribe una prosa intensa y lírica que es a la vez tierna y brutal”.

“Me llamó un hombre y me dio la noticia. Me quedé muy sorprendida”, resumió ella misma el momento en el que fue oficialmente notificada. En su modo pausado de hablar, en un inglés correcto, declaró a su interlocutora de la Fundación Nobel: “Me honra y aprecio el respaldo que me brinda el premio (...). Mis principales lecturas, con las que me he criado, son libros coreanos”, destacó, deseando que su galardón sirva como impulso para la difusión de las letras de su país. Justamente, la cultura coreana viene dando, por lo menos en las últimas dos décadas, innumerables muestras del alcance y el impacto de sus producciones artísticas en occidente: desde el cine y las series a la revolución musical del K-pop, la literatura no iba a ser la excepción.
Han Kang, de 53 años, que vive en Seúl, no figuraba en los listados de las casas de apuestas que mantuvieron ocupadas a las redacciones de diarios y portales informativos. Con la dorada medalla recibirá once millones de coronas suecas (el equivalente a unos 970.000 euros), además del prestigio y la segura ampliación de una fama que la llevará hasta nuevos lectores en todas las latitudes.
“Cuando yo era niña mi padre, que era un novelista joven y pobre, tenía nuestra casa sin muebles llena de libros. Las estanterías rebosaban, el suelo estaba cubierto de torres desordenadas, como si fuera una librería de segunda mano cuyo orden se había pospuesto para siempre. Para mí los libros eran seres medio vivos que se multiplicaban todo el tiempo y que expandían su fronteras”, contó una vez. En otra oportunidad, también sobre su juventud, contó el diario español ABC: “Cada vez que nos mudábamos y tenía que cambiarme de escuela, leía mucho en casa hasta que hacía nuevos amigos. Los libros fueron como una especie de protección y refugio ante esos frecuentes cambios de ambiente. Gracias a la lectura no me sentí tan mal, no me sentí sola. Pasó el tiempo y esas lecturas continuaron a través de la escritura de una manera muy natural”. Kang, que estudió Letras en la Universidad Yonsei y trabajó como periodista para las revistas Publishing Journal y Samtoh, fue lectora de Jorge Luis Borges (como se evidencia en la novela La clase de griego), César Vallejo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Manuel Puig y Ariel Dorfman. Empezó su carrera como novelista al ganar el concurso literario de primavera del diario Seoul Shinmun en 1994.
La primera traducción en occidente se hizo en la Argentina
Su exitosa tercera novela, La vegetariana, de 2007, fue publicada en la Argentina por Bajo la Luna en 2012; un año después, Han participó como invitada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. “Publicamos la novela en 2012 -dice Miguel Balaguer, el director de ese sello a LA NACION-. En 2010, tomamos contacto con la literatura coreana en 2010, cuando seleccionamos material de poesía y narrativa. Conocí la obra de Han gracias a Sunme Yoon, y digo esto para remarcar la importancia de los traductores en la difusión de la literatura internacional”. Han firmó ejemplares de La vegetariana -actualmente en el catálogo de Penguin Random House- en el stand de Bajo la Luna, en La Rural, en 2013.“Fue traducida por primera vez a una lengua occidental en la Argentina, por la traductora coreana formada en la Argentina Sunem Yoon -dice a LA NACION el editor Nicolás Braessas, del sello de literatura coreana Hwarang-. Han Kang no había tenido éxito en Corea, pero luego del Premio Booker Internacional, en 2016, con La vegetariana se la empezó a leer y comenzó la ‘ola de oro’ de la literatura coreana en el mundo”. La novela, que recrea el mito de Dafne y Apolo, narra en tres capítulos los últimos años de vida de una joven que decide dejar de comer carne e inicia una extraña relación con su cuñado. En 2009, fue llevada al cine por Lim Woo-seong. En 2023, la escritora también fue galardonada con el Premio Médicis en París.
Kang es autora de cuatro libros de cuentos y seis novelas. En español se pueden encontrar, además de La vegetariana, Actos humanos, Blanco y La clase de griego, todos traducidos por Sunme Yoon. En Actos humanos, aborda un acontecimiento histórico que tuvo lugar en la ciudad de Gwangju, donde ella misma creció y donde cientos de estudiantes y civiles desarmados fueron asesinados durante una masacre llevada a cabo por el ejército surcoreano en 1980, durante un levantamiento popular en contra de la dictadura militar en Corea del Sur. Con un estilo visionario y a la vez testimonial, da voz a las almas de los muertos.
La temporada de entrega de estos galardones continuará mañana con el de la Paz, uno de los más esperados en medio de un contexto bélico que afecta al mundo en distintas regiones, y el próximo lunes, con el de Economía.
Daniel Gigena
Diario La Nación, 10 de octubre de 2024
La crítica de La vegetariana
La Biblioteca adquirió la novela en su edición de Bajo la Luna, en 2013, y Germán Cáceres realizó un comentario que publicamos en nuestra página y puede leerse en este enlace.
Borges: 125 años
Este 24 de agosto Jorge Luis Borges hubiera cumplido 125 años. En homenaje a su natalicio también se festeja el "Día del lector".
Jorge Luis Borges nació el 24 de agosto de 1899, fecha que se celebra en la Argentina el Día del Lector, desde 2012. Durante esta jornada, muchos aficionados de la literatura repasan su obra y reflexionan acerca de sus aportes a un nuevo estilo fantástico, que revolucionó este género en América Latina. Hoy hubiera cumplido 125 años.
Jorge Francisco Isidoro Luis Borges nació el 24 de agosto de 1899 en Palermo, Ciudad de Buenos Aires. Desde muy joven demostró su gran interés por la lectura, lo que lo llevó a incursionar en la escritura de ensayos en diferentes revistas literarias. En 1923 publicó su primera obra, un libro de poemas llamado Fervor de Buenos Aires, que le ayudó a ganar popularidad y conocer a algunos autores argentinos, como Adolfo Bioy Casares. Ambos colaboraron en diferentes trabajos.
Borges comenzó a enseñar literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y al poco tiempo fue elegido como presidente de la Sociedad Argentina de Escritores y director de la Biblioteca Nacional. Los años siguientes significaron un gran crecimiento en su carrera como escritor, con el libro Inquisiciones, de 1925, e Historia de una eternidad, de 1936. Alcanzó un reconocimiento internacional con títulos como Ficciones, La cifra y El libro de los seres imaginados. Sin embargo, uno de sus mayores éxitos fue El Aleph, que publicó en 1945 junto a la revista Sur.
En 1940, junto a Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares publicó Antología de la literatura fantástica y ordenó la Antología poética argentina (1941). También editó los cuentos El jardín de senderos que se bifurcan (1941); Seis problemas para don Isidro Parodi (1942) en colaboración con Adolfo Bioy Casares bajo el seudónimo de Honorio Bustos Domecq; y Poemas (1922-1943). En 1944 publicó una de sus obras más destacadas: Ficciones.
Tiempo después aparece El compadrito (1945) una selección de poesía y prosa sobre el destino, los barrios y la música porteña en colaboración con Silvina Bullrich. Luego da a conocer el ensayo Nueva refutación del tiempo que, más adelante, fue incluido en Otras inquisiciones (1952). Junto a Adolfo Bioy Casares también edita la antología Prosa y verso de Quevedo (1948).
A lo largo de su carrera, Borges recibió grandes reconocimientos y fue nominado al Premio Nobel de Literatura en varias oportunidades, aunque nunca consiguió este galardón. Uno de los momentos más importantes de su trayectoria fue en 1979, cuando obtuvo el Premio Miguel de Cervantes, una de las máximas distinciones del habla hispana, por su aporte a la cultura.
Entre 1967 y 1979 mantuvo una relación sentimental con Elsa Helena Astete Millán. A mediados de la década del 70 conoció a María Kodama, con quien inició una relación y se casó el 26 de abril de 1986. El mítico autor argentino falleció el 14 de junio de 1986 en Ginebra, Suiza, donde descansan sus restos.
El trabajo de Borges transformó el género fantástico e impulsó el realismo mágico en Latinoamérica. Sus libros son objeto de estudio e inspiración para millones de personas de todo el mundo. Su lectura resulta fundamental para quienes deseen sumergirse en relatos precisos y detallistas, que replantean la realidad a través de un uso del lenguaje transformador.
20 frases célebres de Borges
“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”.
“El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto”.
“He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz”.
“La historia es una forma más de ficción”.
“Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones.”
“El peor laberinto no es esa forma intrincada que puede atraparnos para siempre, sino una línea recta única y precisa”.
“Todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia. Lo que importa es lo que se hace con ellas”.
“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.”
“La censura es la madre de la metáfora”.
“Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”.
“La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”.
“Todo lo que nos sucede, incluso nuestras humillaciones, nuestras desgracias, nuestras vergüenzas, todo nos es dado como materia prima, como barro, para que podamos dar forma a nuestro arte”.
“Solo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece”.
“La felicidad no necesita ser transmutada en belleza, pero la desventura sí.”
“Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”.
“Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”.
“Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única.”
“Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros”.
“Lo que realmente valoras es lo que extrañas, no lo que tienes.”
“La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido”.
Sara Facio y los escritores
Hace unos días lamentamos la muerte, a los 92 años, de Sara Facio. En su carrera, la gran fotógrafa retrató a casi todos los escritores latinoamericanos del siglo XX, añadiéndoles un aura que el tiempo se limitó a perfeccionar.
Por delante de la Leica de Facio posaron, entre otros, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Guillermo Cabrera Infante, Alejandra Pizarnik, Adolfo Bioy Casares, Juan Rulfo y muchos más.
El llamado "boom latinoamericano", con Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos, Juan Carlos Onetti, Octavio Paz, también son parte de sus registros en blanco y negro.
Por delante de la Leica de Facio posaron, entre otros, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Guillermo Cabrera Infante, Alejandra Pizarnik, Adolfo Bioy Casares, Juan Rulfo y muchos más.
Además, Manuel Mujica Lainez, Leopoldo Marechal, Nicanor Parra o Doris Lessing.
Murió a los 92 años la fotógrafa Sara Facio, una personalidad insoslayable de la cultura argentina
Retrató a los protagonistas de la escena cultural latinoamericana y fue la más pujante promotora de un arte que colocó en un lugar central; con María Elena Walsh formó una pareja de intelectuales brillantes, cuyo legado protege la flamante fundación que lleva los nombres de ambas.
Si a la fotografía argentina hubiera que ponerle un nombre de mujer, ese sería sin dudas el de Sara Facio, una de las personalidades que más hizo por el surgimiento, el desarrollo y la institucionalización de una disciplina a la que dedicó casi setenta años de trabajo. Fotógrafa, curadora, periodista y editora, destacada por sus retratos de personajes de la cultura latinoamericana y por su labor en la promoción de la fotografía, la artista murió esta tarde, a los 92 años, confirmaron a La Nación desde el entorno familiar y la Fundación María Elena Walsh-Sara Facio. Hace un mes, esa entidad -que cuidaba y administraba el legado de Walsh- incorporó también la obra de Facio. Durante cuarenta años, formaron una pareja de intelectuales brillantes.
Había llamado la atención, en abril, la ausencia de la fotógrafa durante la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, cuando se presentó un volumen con textos de Walsh sobre el feminismo a modo de homenaje. Había estado internada por problemas del corazón. Hoy, tras la noticia de su fallecimiento, la presidenta de la fundación, Graciela García Romero, dijo a La Nación que la artista “se fue apagando de a poco, un proceso natural, de la vejez”. El velatorio será mañana, pero estará reservado a familiares y amigos.

Había llamado la atención, en abril, la ausencia de la fotógrafa durante la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, cuando se presentó un volumen con textos de Walsh sobre el feminismo a modo de homenaje. Había estado internada por problemas del corazón. Hoy, tras la noticia de su fallecimiento, la presidenta de la fundación, Graciela García Romero, dijo a La Nación que la artista “se fue apagando de a poco, un proceso natural, de la vejez”. El velatorio será mañana, pero estará reservado a familiares y amigos.

Los muchachos peronistas mirando a cámara
Facio fue la fundadora de varios de los hitos en la historia de la disciplina en el país: creo la primera editorial especializada, La Azotea; entre 1985 y 1998 dirigió la Fotogalería del Teatro San Martín de Buenos Aires, primer espacio dedicado a esta disciplina; conformó el patrimonio nacional, al donar la mayor colección de fotos al Museo Nacional de Bellas Artes en 1998, al que más tarde también legó su biblioteca; fue miembro fundadora del Consejo Argentino de Fotografía, en 1979, junto con sus colegas Alicia D’Amico, Eduardo Comesaña, Andy Goldstein, Annemarie Heinrich, María Cristina Orive y Juan Travnik, con el objetivo de difundir y estudiar la fotografía nacional y abrir diálogos con la producción internacional. Junto a D’Amico, creó secciones especializadas en los diarios Clarín, La Nación (1964-1974), y las revistas Autoclub, Fotomundo y Vigencia. Facio luchó por sacar a la fotografía del ámbito de los fotoclubs. Lo hizo, entre otras cosas, desde la redacción de notas de divulgación técnica y reseñas de exposiciones en importantes diarios y revistas nacionales.
En su vida tuvo un propósito: la labor constante por la legitimización de la fotografía dentro del mundo del arte. Ya puede descansar en paz. Con el esfuerzo de toda su vida logró elevar la dignidad de este medio. “¡Una militancia! Siempre digo cuando me preguntan si no milito: sí, soy militante de la fotografía. Porque, además, soy mujer, como habrás notado. Las mujeres siempre somos menos”, dijo en una de las últimas entrevistas. “No hay duda de que Sara Facio es una de las personas más destacadas y complejas de la historia de la fotografía argentina”, escribió su colega Ataúlfo Pérez Aznar en el libro que dedicó a su obra en Ediciones Larrivière.

Facio fue la fundadora de varios de los hitos en la historia de la disciplina en el país: creo la primera editorial especializada, La Azotea; entre 1985 y 1998 dirigió la Fotogalería del Teatro San Martín de Buenos Aires, primer espacio dedicado a esta disciplina; conformó el patrimonio nacional, al donar la mayor colección de fotos al Museo Nacional de Bellas Artes en 1998, al que más tarde también legó su biblioteca; fue miembro fundadora del Consejo Argentino de Fotografía, en 1979, junto con sus colegas Alicia D’Amico, Eduardo Comesaña, Andy Goldstein, Annemarie Heinrich, María Cristina Orive y Juan Travnik, con el objetivo de difundir y estudiar la fotografía nacional y abrir diálogos con la producción internacional. Junto a D’Amico, creó secciones especializadas en los diarios Clarín, La Nación (1964-1974), y las revistas Autoclub, Fotomundo y Vigencia. Facio luchó por sacar a la fotografía del ámbito de los fotoclubs. Lo hizo, entre otras cosas, desde la redacción de notas de divulgación técnica y reseñas de exposiciones en importantes diarios y revistas nacionales.
En su vida tuvo un propósito: la labor constante por la legitimización de la fotografía dentro del mundo del arte. Ya puede descansar en paz. Con el esfuerzo de toda su vida logró elevar la dignidad de este medio. “¡Una militancia! Siempre digo cuando me preguntan si no milito: sí, soy militante de la fotografía. Porque, además, soy mujer, como habrás notado. Las mujeres siempre somos menos”, dijo en una de las últimas entrevistas. “No hay duda de que Sara Facio es una de las personas más destacadas y complejas de la historia de la fotografía argentina”, escribió su colega Ataúlfo Pérez Aznar en el libro que dedicó a su obra en Ediciones Larrivière.

Jorge Luis Borges, mago del suspenso y del lenguaje, retratado por Facio
Su currículum llena páginas con más de 500 exposiciones, en forma individual en museos y galerías de toda América, Europa y Asia. Desde 1968 ha publicado más de veinte libros personales: amaba ese formato para la edición de fotografías. Sus páginas siguen con todos los premios recibidos, las muestras que curó y siete cuadritos que se convirtieron en sellos postales. Pero quizá lo más significativo no esté en la enumeración de tantos logros, sino en la cantidad de imágenes que deja la mujer que supo convertir en iconos a figuras de la cultura argentina y latinoamericana, a la vez que posó su mirada en la gente común, que abrió las puertas a la explosión de la fotografía de autor en la Argentina.
Cortázar con el cigarrillo entre los labios, Borges en su biblioteca, Neruda taciturno en su casa, las mil y una sonrisas de su amada María Elena Walsh, los muchachos peronistas mirando a cámara, los chiquitos con la ñata contra el vidrio que hielan el corazón... Hay decenas de imágenes suyas que ya están inscriptas en la memoria colectiva.
Su obra se vio en los últimos años revisitada en exposiciones como Perón, en Malba en 2018, y los homenajes por sus noventa años en 2022, en el Bellas Artes y el CCK. Entre las históricas, las que hizo junto con Alicia D’Amico fueron excepcionales: las únicas argentinas en presentar una exposición individual en el Centro Pompidou de París con la muestra de Escritores latinoamericanos. Lo mismo sucedió con la exposición de Buenos Aires y su gente, que fue la primera muestra individual de fotógrafos argentinos en Brasil, en el Museu de Arte Moderna de San Pablo. Posteriormente, parte de los libros Buenos Aires, Buenos Aires y Humanario se exhibieron en la Tsukada Gallery de Tokio. Las muestras Humanario -un relevamiento llevado a cabo en 1966 sobre el estado crítico de los nosocomios nacionales-, La vuelta de Perón y Funerales de Perón debieron esperar al gobierno democrático para exponerse, en 1985, en el contexto de 25 años de fotografía en el Centro Cultural Recoleta.

Su currículum llena páginas con más de 500 exposiciones, en forma individual en museos y galerías de toda América, Europa y Asia. Desde 1968 ha publicado más de veinte libros personales: amaba ese formato para la edición de fotografías. Sus páginas siguen con todos los premios recibidos, las muestras que curó y siete cuadritos que se convirtieron en sellos postales. Pero quizá lo más significativo no esté en la enumeración de tantos logros, sino en la cantidad de imágenes que deja la mujer que supo convertir en iconos a figuras de la cultura argentina y latinoamericana, a la vez que posó su mirada en la gente común, que abrió las puertas a la explosión de la fotografía de autor en la Argentina.
Cortázar con el cigarrillo entre los labios, Borges en su biblioteca, Neruda taciturno en su casa, las mil y una sonrisas de su amada María Elena Walsh, los muchachos peronistas mirando a cámara, los chiquitos con la ñata contra el vidrio que hielan el corazón... Hay decenas de imágenes suyas que ya están inscriptas en la memoria colectiva.
Su obra se vio en los últimos años revisitada en exposiciones como Perón, en Malba en 2018, y los homenajes por sus noventa años en 2022, en el Bellas Artes y el CCK. Entre las históricas, las que hizo junto con Alicia D’Amico fueron excepcionales: las únicas argentinas en presentar una exposición individual en el Centro Pompidou de París con la muestra de Escritores latinoamericanos. Lo mismo sucedió con la exposición de Buenos Aires y su gente, que fue la primera muestra individual de fotógrafos argentinos en Brasil, en el Museu de Arte Moderna de San Pablo. Posteriormente, parte de los libros Buenos Aires, Buenos Aires y Humanario se exhibieron en la Tsukada Gallery de Tokio. Las muestras Humanario -un relevamiento llevado a cabo en 1966 sobre el estado crítico de los nosocomios nacionales-, La vuelta de Perón y Funerales de Perón debieron esperar al gobierno democrático para exponerse, en 1985, en el contexto de 25 años de fotografía en el Centro Cultural Recoleta.

Julio Cortázar con el cigarrillo entre sus labios, un retrato emblemático de 1967
Nacida en San Isidro, el 18 de abril de 1932, desde sus 14 años, Facio estudiaba el arte en el museo mayor. Pero la relación profesional con el Bellas Artes comenzó cuando acercó la propuesta de conformar una colección de fotos, que en la actualidad cuenta con más de 1500 imágenes. Desde su creación en 1998 hasta 2012, la artista estuvo a cargo de gestionar el crecimiento de este acervo. En esas décadas, además, realizó otras cinco donaciones al museo de piezas de su colección particular. La última fue en 2014 y dio lugar a la muestra Latinoamérica, que también contó con su curaduría. Facio donó el 25% de sus fotos al patrimonio del Bellas Artes. En 2022, cedió su biblioteca personal, constituida durante sesenta años en los que trabó vínculos con artistas e instituciones de todo el mundo a partir de su actividad como fotógrafa, editora y gestora cultural. Son mil volúmenes dedicados a la historia del medio, colecciones especializadas y ensayos fotográficos.
Facio estaba formada en bellas artes, obtuvo el grado de Profesora Nacional de Bellas Artes en 1953. Dos años más tarde, viajó a París para estudiar artes visuales con una beca del gobierno francés: fue en ese viaje compartido con Alicia D’Amico, otra futura gran fotógrafa, cuando una cámara de fotos cayó en sus manos. Al regresar a Buenos Aires, el padre de Alicia, fotógrafo profesional, las incentivó a interiorizarse en ese arte. En 1957, comenzó a practicar fotografía en el estudio de Luis D’Amico. Con ayuda del Fondo Nacional de las Artes, Facio logró comprar su primera cámara fotográfica profesional. Con la tutoría de Annemarie Heinrich, se sumergió en el fotoperiodismo, al que se dedicó durante muchos años.
Entre 1960 y 1985, compartió estudio con Alicia D’Amico. Juntas decidieron tomar fotos de Buenos Aires, que recorrían en su Fiat 600. Buenos Aires Buenos Aires, publicado en 1968, marca un antes y después en su carrera, y en la fotografía argentina. La exhibición de 30 obras originales como marco de la presentación del libro, que iba a inaugurarse en la sede de Avenida Corrientes del Museo de Arte Moderno en 1968, fue suspendida, y fue la primera muestra fotográfica censurada en la Argentina, probablemente por el texto de Julio Cortázar, quien tiempo antes había criticado –desde París– a la dictadura militar de esa época. Sudamericana había publicado el libro con una condición: que Julio Cortázar escribiera el texto. Y escribió: Sara y Alicia han fotografiado Buenos Aires con un soberano rechazo de temas monumentales, e itinerarios pintorescos o insólitos; sus imágenes nacen de algo que participa de la caricia, de la queja, de la llamada, de la complicidad, de la amarga denuncia, todos los gestos interiores de una sensibilidad coincidiendo con la razón estética para que cada apertura sobre la ciudad tenga algo de velo de la Verónica, de lino enjugando una cara mojada por la vida.
“A los dos o tres días de ese primer encuentro, como estaba convencido de que las fotos no iban a salir, me dijo: Vamos a la Unesco, así hacés algunas fotos. Él estaba trabajando como traductor, y ahí fue donde le saqué esa foto que le gustaba tanto y que me dijo que tenía que ser su foto oficial”, recordaba Facio. Es la foto de Cortázar fumando, el ceño apenas fruncido... icónica.

Nacida en San Isidro, el 18 de abril de 1932, desde sus 14 años, Facio estudiaba el arte en el museo mayor. Pero la relación profesional con el Bellas Artes comenzó cuando acercó la propuesta de conformar una colección de fotos, que en la actualidad cuenta con más de 1500 imágenes. Desde su creación en 1998 hasta 2012, la artista estuvo a cargo de gestionar el crecimiento de este acervo. En esas décadas, además, realizó otras cinco donaciones al museo de piezas de su colección particular. La última fue en 2014 y dio lugar a la muestra Latinoamérica, que también contó con su curaduría. Facio donó el 25% de sus fotos al patrimonio del Bellas Artes. En 2022, cedió su biblioteca personal, constituida durante sesenta años en los que trabó vínculos con artistas e instituciones de todo el mundo a partir de su actividad como fotógrafa, editora y gestora cultural. Son mil volúmenes dedicados a la historia del medio, colecciones especializadas y ensayos fotográficos.
Facio estaba formada en bellas artes, obtuvo el grado de Profesora Nacional de Bellas Artes en 1953. Dos años más tarde, viajó a París para estudiar artes visuales con una beca del gobierno francés: fue en ese viaje compartido con Alicia D’Amico, otra futura gran fotógrafa, cuando una cámara de fotos cayó en sus manos. Al regresar a Buenos Aires, el padre de Alicia, fotógrafo profesional, las incentivó a interiorizarse en ese arte. En 1957, comenzó a practicar fotografía en el estudio de Luis D’Amico. Con ayuda del Fondo Nacional de las Artes, Facio logró comprar su primera cámara fotográfica profesional. Con la tutoría de Annemarie Heinrich, se sumergió en el fotoperiodismo, al que se dedicó durante muchos años.
Entre 1960 y 1985, compartió estudio con Alicia D’Amico. Juntas decidieron tomar fotos de Buenos Aires, que recorrían en su Fiat 600. Buenos Aires Buenos Aires, publicado en 1968, marca un antes y después en su carrera, y en la fotografía argentina. La exhibición de 30 obras originales como marco de la presentación del libro, que iba a inaugurarse en la sede de Avenida Corrientes del Museo de Arte Moderno en 1968, fue suspendida, y fue la primera muestra fotográfica censurada en la Argentina, probablemente por el texto de Julio Cortázar, quien tiempo antes había criticado –desde París– a la dictadura militar de esa época. Sudamericana había publicado el libro con una condición: que Julio Cortázar escribiera el texto. Y escribió: Sara y Alicia han fotografiado Buenos Aires con un soberano rechazo de temas monumentales, e itinerarios pintorescos o insólitos; sus imágenes nacen de algo que participa de la caricia, de la queja, de la llamada, de la complicidad, de la amarga denuncia, todos los gestos interiores de una sensibilidad coincidiendo con la razón estética para que cada apertura sobre la ciudad tenga algo de velo de la Verónica, de lino enjugando una cara mojada por la vida.
“A los dos o tres días de ese primer encuentro, como estaba convencido de que las fotos no iban a salir, me dijo: Vamos a la Unesco, así hacés algunas fotos. Él estaba trabajando como traductor, y ahí fue donde le saqué esa foto que le gustaba tanto y que me dijo que tenía que ser su foto oficial”, recordaba Facio. Es la foto de Cortázar fumando, el ceño apenas fruncido... icónica.
Sara Facio y María Elena Walsh, una pareja de intelectuales brillantesSara Facio
“Sara pretendía, a partir de la inserción y desarrollo de su obra en su tiempo, promover la comprensión de la evolución de la fotografía como medio de expresión en el país y sus aportes, no solo a partir de sus propias imágenes, sino como autora y posteriormente como editora, curadora y crítica”, señaló Pérez Aznar, estudioso y testigo de su vida y obra.
Recibió numerosos premios, entre otros, el que otorga la Federación Internacional del Arte Fotográfico de Suiza; el Konex de Platino (1992) como Mejor Fotógrafa Argentina de la década; en 2011 fue nombrada Ciudadana Ilustre de Buenos Aires, y en 2019, galardonada con el Premio Nacional a la Trayectoria Artística, que otorga el Ministerio de Cultura de la Nación. Es también autora de un libro sobre la historia de su disciplina: La fotografía en la Argentina: desde 1840 a nuestros días.
Sus obras integran las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, además de prestigiosos acervos particulares.
“Sara pretendía, a partir de la inserción y desarrollo de su obra en su tiempo, promover la comprensión de la evolución de la fotografía como medio de expresión en el país y sus aportes, no solo a partir de sus propias imágenes, sino como autora y posteriormente como editora, curadora y crítica”, señaló Pérez Aznar, estudioso y testigo de su vida y obra.
Recibió numerosos premios, entre otros, el que otorga la Federación Internacional del Arte Fotográfico de Suiza; el Konex de Platino (1992) como Mejor Fotógrafa Argentina de la década; en 2011 fue nombrada Ciudadana Ilustre de Buenos Aires, y en 2019, galardonada con el Premio Nacional a la Trayectoria Artística, que otorga el Ministerio de Cultura de la Nación. Es también autora de un libro sobre la historia de su disciplina: La fotografía en la Argentina: desde 1840 a nuestros días.
Sus obras integran las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, además de prestigiosos acervos particulares.
Las nueve décadas
Cumplió 90 años en 2022 y tuvo una torta de tres pisos en el Bellas Artes y después otra en el hall del Teatro San Martín. “Yo no sé si todos tienen consciencia de cómo cambio la vida de nosotros, los fotógrafos, a partir de la movida de Sara en el San Martín y en el MNBA”, dijo Julie Weisz en el primer festejo. Después, Facio vio su obra proyectada en las pantallas de los teatros de avenida Corrientes y en el Obelisco, y cumplió el viejo anhelo de una muestra callejera con imágenes en la vía pública en cuatro barrios, Recoleta, San Telmo, Congreso y Microcentro. “Ningún homenaje sería en verdad suficiente para destacar tantos años dedicados a la fotografía. Dicho de otro modo, es impensable no vivir en un estado de permanente agradecimiento hacia su figura. ¿Acaso sería posible la existencia de una feria especializada en fotografía sin el trabajo institucional que Sara realizó a lo largo de los años noventa? ¿Qué museos comprarían fotografías si no hubiese luchado tanto por la incorporación de este medio a sus colecciones patrimoniales? “, escribió el curador Francisco Medial cuando se le rindió tributo en Pinta BAPhoto, y se exhibieron planchas de negativos y una de sus serie menos vistas, los Autopaisajes, representación fragmentaria de sí misma y de la naturaleza.
Sara repartía sus días entre su casa y su estudio, que siguió teniendo por separado en la calle Paraguay, abocada con pasión al cuidado del legado de su compañera de vida, desde la Fundación María Elena Walsh. Ya hacía tiempo que había dejado de tomar fotos. Alguna vez escribió una especie de epitafio: “Lo que yo hago en fotografía es para lograr que el día que me muera no digan que se murió una vaca sino que se murió una persona que vio eso. Y lo que yo vi está en mis fotos. Como si dijera: «Esta es mi ciudad, mi gente, la que admiro, la que me gusta». Ese es mi canon.” Murió una persona que vio la vida que transcurría ante sus ojos.
María Paula Zacharías
Sara repartía sus días entre su casa y su estudio, que siguió teniendo por separado en la calle Paraguay, abocada con pasión al cuidado del legado de su compañera de vida, desde la Fundación María Elena Walsh. Ya hacía tiempo que había dejado de tomar fotos. Alguna vez escribió una especie de epitafio: “Lo que yo hago en fotografía es para lograr que el día que me muera no digan que se murió una vaca sino que se murió una persona que vio eso. Y lo que yo vi está en mis fotos. Como si dijera: «Esta es mi ciudad, mi gente, la que admiro, la que me gusta». Ese es mi canon.” Murió una persona que vio la vida que transcurría ante sus ojos.
María Paula Zacharías
Diario La Nación, 18 de junio de 2024
En nuestro catálogo
Su libro Leyendo fotos puede econtrarse en nuestro catálogo.
16° Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires
Del 29 de noviembre al 3 de diciembre, en el Palacio La Prensa (Casa de la Cultura de Buenos Aires, Rivadavia 564) podrá renovarse la apasionante experiencia anual del descubrimiento de tesoros bibliográficos insospechados o largamente ambicionados. Abierto de 14 a 20. El domingo 3 hasta las 19 horas.
Cinco días de recorrido por el gozoso laberinto de la letra impresa, en un espacio de diálogo donde conviven las impresiones renacentistas con los manifiestos revolucionarios de 1810, los relatos de los primeros reconocimientos territoriales con los manuscritos de grandes textos literarios, las primitivas cartografías con las experiencias disruptivas de las vanguardias históricas.
El prólogo será una Mesa redonda en homenaje al centenario de Fervor de Buenos Aires, de Jorge Luis Borges, con la intervención de cuatro especialistas mayores en su obra (Daniel Balderston, Beartriz Sarlo, Sylvia Saítta y Daniel Link), y una Exposición especial de sus manuscritos, ediciones originales y ejemplares autografiados. Por cupo limitado del Salón, para la Mesa redonda se requiere inscripción gratuita previa en la plataforma Evenbrite.
Se ha incorporado un espacio-taller de mostración de las artes y oficios vinculados con el mundo del libro y la presencia de la Biblioteca Argentina para Ciegos, señero instrumento de inclusión de las personas con baja o nula visión en el universo de la cultura letrada.
El prólogo será una Mesa redonda en homenaje al centenario de Fervor de Buenos Aires, de Jorge Luis Borges, con la intervención de cuatro especialistas mayores en su obra (Daniel Balderston, Beartriz Sarlo, Sylvia Saítta y Daniel Link), y una Exposición especial de sus manuscritos, ediciones originales y ejemplares autografiados. Por cupo limitado del Salón, para la Mesa redonda se requiere inscripción gratuita previa en la plataforma Evenbrite.
Se ha incorporado un espacio-taller de mostración de las artes y oficios vinculados con el mundo del libro y la presencia de la Biblioteca Argentina para Ciegos, señero instrumento de inclusión de las personas con baja o nula visión en el universo de la cultura letrada.
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Austria 2154
(1425) Ciudad de Buenos Aires
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