F Peter Rock: “El escritor transforma las cosas invisibles en visibles” - Carlos Sánchez Viamonte

Peter Rock: “El escritor transforma las cosas invisibles en visibles”

Invitado para participar de la Feria de Editores, el escritor estadounidense visita Buenos Aires por primera vez; habló sobre su novela, El ciclo del refugio.


“Es una gran ciudad y tengo la expectativa de hacer muchas cosas -dice el escritor estadounidense Peter Rock (Salt Lake City, 1967) a La Nación , en su primera visita a la ciudad de Buenos Aires-. Iré a librerías, al Cementerio de la Recoleta, pero lo que más me gusta es caminar”. Como a algunos de los personajes de sus novelas, se puede pensar. Rock fue uno de los invitados internacionales a la Feria de Editores (FED).

Allí conversó con Leandro Pannunzio acerca de su obra y su novela El ciclo del refugio, de 2013, publicada recientemente y que guarda relaciones no solo temáticas o de “atmósfera” sino también argumentales con la exitosa Mi abandono (2009). Ambas fueron publicadas por Godot, igual que Klickitat (2016) y Los nadadores nocturnos, de 2019, con traducción de Micaela Ortelli.

Como Mi abandono, su sexta novela también se inspira en hechos reales, aunque para El ciclo del refugio el autor hizo una investigación que conllevó decenas de entrevistas a personas que habían pertenecido a la Iglesia Universal y Triunfadora, una comunidad o secta apocalíptica en Montana cuya líder, Elizabeth Clare Prophet, “La Mensajera”, había predicho que el mundo terminaría en marzo de 1990 a causa de un ataque nuclear soviético. Los integrantes de la iglesia trabajaron a partir de entonces en la construcción de refugios subterráneos con lo necesario para sobrevivir varios años tras el apocalipsis. “Prácticamente, la novela es el 80% del manuscrito original, que tenía un aire enciclopédico”, cuenta Rock, que trabajó cinco años en el proyecto.

La historia sigue presente y pasado de tres personajes -Francine y Wells, su pareja, y Colville, un amigo de infancia de la joven-, con el lúgubre telón de fondo del secuestro de una niña en Montana, décadas después del “ciclo del refugio”. Como en algunas de las novelas del autor que se publicaron en el país, la naturaleza -sea como agente trascendental o como escenario de misterios y metamorfosis- tiene un papel fundamental. Colville, por ejemplo, llega hasta la casa donde viven Francine y Wells por consejo de un mapache, para luego internarse en bosques y montañas con la ayuda del perro de la pareja para buscar a la niña secuestrada.

“La gente de la Actividad bromeaba que nos íbamos a casar, por cómo estábamos siempre juntos”, le dice Colville a Wells. Para los lectores, “el tercero en discordia” de esta inquietante novela familiar acaso no sea el joven perturbado que evoca a su hermano muerto en Afganistán y habla con entidades sobrenaturales sino el pasado que Francine, a punto de dar a luz, intenta comprender.

-¿Cómo ideaste la estructura de la novela?

-La estructura cambió a lo largo del tiempo. Es el libro que más me costó escribir hasta ahora. Mi abandono empezó con una historia verdadera de la que manejaba información limitada. En cierto sentido esto fue a propósito, para tener el espacio para seguir creando. En El ciclo del refugio tenía la idea de escribir sobre esta iglesia que sabía que existía, investigué mucho, recopilé datos y fui fiel a aquellas creencias. Lo que no sabía era cuánta información y entrevistas iba a abarcar. Al comienzo era una historia de unas mil páginas y recorté el 80% porque se había vuelto una especie de enciclopedia. Intenté mantener la historia y las creencias; reduje bastante el tiempo y simplifiqué las creencias.

-¿Se lo puede leer como una precuela de Mi abandono?

-Intenté que ambos libros no se superpusieran. Tenía información, tenía la historia y las creencias, pero en cierto punto pensé que perdía poder y agregué al comienzo de la historia una parte ficcional para convencerme de que podía mantener el control. Muchas de las personas a las que entrevisté tenían unos treinta años, es decir que eran niños cuando llegó el momento del ciclo del refugio. Al entrevistarlos les pregunte cómo se habían sentido entonces, cuál había sido su experiencia en el entorno salvaje y crecer con esa libertad mientras sus padres construían el fuerte bajo tierra e intentaban salvar al mundo, y cómo se sentían como adultos, cuando el mundo seguía ahí. No pude anticipar el hecho de que la novela iba a ocurrir en dos espacios temporales diferentes.

-¿Tus propias creencias se vieron modificadas?

-La respuesta corta es sí. La respuesta larga es la siguiente: cuando empecé a escribir la novela, trabajaba en un rancho que estaba cerca de la iglesia y conocí a personas que formaban parte de ella. Pensé que al escribir iba a destacar la locura o lo poco cuerdo que sonaba todo, pero al conocerlos me volví más empático. En ese momento mis hijas, que eran pequeñas, me hacían preguntas difíciles acerca del mundo y la existencia. No tengo creencias religiosas fuertes pero me di cuenta de que no podía juzgar de modo crítico lo invisible del mundo a través de lo visible. Escribía en el sótano de mi casa y repetía sus mantras para cambiar las vibraciones y transformar la energía negativa en positiva. El trabajo del escritor tiene que ver con la transformación de cosas invisibles en visibles. Desde el punto de vista espiritual, fue desafiante.

-¿Ellos leyeron la novela?

-Sí. Por naturaleza tenían sus sospechas. Yo había establecido conexión con una persona, que luego me presentó a sus padres, sus hermanas y a medida que los iba conociendo les daba ejemplares de mis libros anteriores. Llegó un punto en donde entendieron que no era alguien peligroso, no tenía una agenda secreta, solo sentía curiosidad por entender. Me fueron recomendando hablar con otras personas; mucha gente que construyó el refugio sigue viviendo allí. Siempre intenté capturar la historia de manera respetuosa y, al leer la novela, ellos entendieron eso, que había intentado ser lo más fiel posible. A veces, al revisar el manuscrito decidía cortar, editar y pensaba adónde irían a parar las quince horas de entrevista con una persona. No pude comprender del todo el sistema de creencias de la iglesia; cuando les contaba eso a los antiguos miembros, me decían que a ellos les pasaba lo mismo. “Es una manera de mantenernos bajo control, no se termina de entender nunca porque el sistema cambia de manera constante”, me respondían.

-¿Existe la posibilidad de que sea adaptada al cine como Mi abandono?
-Siempre está la posibilidad, pero aún no fueron vendidos los derechos. Durante la pandemia se despertó el interés sobre la Iglesia Universal y Triunfante; la hija de la profeta escribió un libro. Una adaptación me genera entusiasmo, pero siempre tengo dudas al respecto.

-¿Por qué?
-No me resulta fácil ver cómo cambian las cosas que he creado. En Mi Abandono, cambiaron el nombre del personaje y el título; intelectualmente lo entiendo, pero no puedo predecir cómo voy a sentirme al respecto. No logro entender del todo el aspecto comercial de la industria cinematográfica. No me resulta sencillo en términos emocionales.

-¿Es cierto que conociste a Ursula K. Le Guin? ¿Cómo fue la relación con ella?
-Fue asombroso. Una de las razones por las que escribo es porque me encanta leer; mi papá solía leerme todas las noches Las Crónicas de Narnia, libros de Tolkien y de Le Guin, a los que vuelvo siempre. En Mi abandono, cuando Caroline sale del bosque recibe Un mago de Terramar; hay una parte donde se habla de la importancia de nombrar las cosas. Yo quería incluir un párrafo del libro, pero mi editor me dijo que le tenía que pedir permiso a Ursula. Ella vivía en la misma ciudad, pero yo tenía miedo de preguntarle. Para mí era una especie de dios literario. Le pedí a mi editor que lo hiciera y me dijo que lo hiciera yo. Le escribí y le expliqué; ella vivía cerca del lugar donde transcurre la acción y se negó a darme permiso antes de leer el manuscrito. Le gustó, también a su esposo; me invitaron a almorzar y yo estaba terriblemente feliz y emocionado, listo para recibir sus elogios. Pero cuando llegué me dijo que quería hablarme sobre el uso del tiempo presente en mi novela. Uno de los temas de Le Guin es el uso de los tiempos, y quería hablar sobre mi historia. Fui muy afortunado en conocerla. Luego de su muerte mi relación continuó con su hijo, su familia, su obra.

-¿Qué respondiste cuando se refirió al uso del tiempo presente en Mi abandono?
-Caroline está muy controlada por Padre y se mantiene siempre en presente porque eso le impide reflexionar. Cuando él ya no está, se permite recordar y reflexionar.

-En El ciclo del refugio también se manifiesta esa tensión entre pasado y presente.
-Es un recurso para contar historias mantener los tiempos separados. Mientras más nos alejamos del presente, más se puede reflexionar. Pero el motivo por el cual Ursula se resistía al uso del tiempo presente es porque consideraba que muchos autores contemporáneos no querían asumir la responsabilidad de reflexionar acerca de algo. Parte de mi sensibilidad con el lector es darle espacio, no contaminarlo con mi juicio, darle la oportunidad de reflexionar.

-En la novela hay momentos alucinatorios y escenas de Colville con un profeta o gurú.
-Cuando escribí sobre Jeremy, estaba pensando en Saint Germain. Esta historia de la iglesia se vincula con una tradición antigua de Estados Unidos, la I Am Activity, del siglo XIX, ubicada en el Monte Shasta, donde hubo un episodio relacionado a alguien que escaló y tuvo diversas aventuras en ese monte. Es totalmente intencional no decir si Jeremy era una alucinación o alguien real. Algo que siempre digo cuando doy clases de escritura creativa es que cuando no se sabe si algo es real, hay que tener una segunda persona que lo experimente.

-¿Cuál es tu opinión sobre la prohibición de libros en tu país?
-Se están prohibiendo ciertos libros en las escuelas; algunas personas creen que hay ciertos libros que los niños no deberían leer, es una especie de guerra cultural. En términos políticos, no es un buen momento para el debate en Estados Unidos. Todos hablamos desde nuestra experiencia, y yo como escritor no quiero que ningún libro sea prohibido. Pero esta necesidad de prohibir demuestra que hay un gran miedo a lo diferente. Los libros tienen el objetivo de romper con eso; cuando las personas jóvenes no tienen acceso a diferentes voces, la situación se vuelve peligrosa.

-Los personajes de niños y adolescentes de tus novelas son muy lectores.
-Fui así de joven y mis hijas también son muy lectoras, aunque tengan acceso a celulares. Me interesa esa edad en donde se adquiere mayor independencia y se intenta descubrir quién se es como persona. También creo que hay una tendencia a presentar en la ficción a personajes jóvenes demasiado precoces e inteligentes. Yo no me siento un adulto demasiado inteligente.

-¿Tu obra pertenece a alguna tradición literaria estadounidense?
-No creo ser la persona correcta para responder esa pregunta. Lo que leí, la vida que tuve tienen que ver. Leí mucho a Jack London y a Ernest Hemingway, que hizo cosas que yo no puedo hacer. Me siento una especie de ventrílocuo, escribir en tercera persona no me resulta natural. Existen tradiciones, y debo formar parte de la tradición de escritores hombres y blancos de Occidente. Pero siempre me siento muy atraído por las personas sin ningún tipo de poder; cuando escribo me concentro en la historia, los personajes, pero no pienso a qué tradición pertenece mi literatura. Pero me sentiría agradecido si alguien me incluye en alguna.

-¿En tu país las obras literarias responden a una agenda actual de temáticas como el feminismo, el antirracismo, los reclamos de los pueblos originarios, la ecología?
-Creo que sí, es difícil separar lo que pasa en las redes sociales o lo que genera sentirse empoderado. Por ejemplo en mi tercera novela, The Ambidextrist, la mayoría de los personajes son negros. Yo vivía en Filadelfia y la mayoría de las personas cuando salía a la calle eran negras. No sé si podría escribir eso ahora; no tengo miedo, pero quizás muchas personas sientan que no tengo el derecho a hacerlo. Históricamente ha habido muchas personas sin ningún tipo de poder y gente como yo, con algún tipo de poder de escribir lo que quiera. Con los años, perdí la idea de que si algo me gustaba o me atraía, le tenía que pasar lo mismo al resto. Si alguien escribe sobre el oeste de Estados Unidos, tiene que entender que se han robado tierras; no se puede hablar por esas personas, pero sí tener una conciencia de la violencia del pasado

-¿Estás preocupado por la inteligencia artificial o puede ser un recurso más para los escritores?

-Entiendo que la IA se alimenta del material que van procesando. Hay escritores preocupados porque su material es subido y no reciben ningún tipo de dinero por ello. Tengo una amiga que está escribiendo un ensayo sobre la muerte de la hermana y me va mostrando las diferentes versiones que la IA le muestra de su ensayo. Tengo entendido que la IA fue “alimentada” principalmente de novelas románticas, así que siempre termina en que su hermana se enamora de algún médico. Nosotros funcionamos de la misma manera, leemos, absorbemos información y luego la volcamos en la escritura. La IA funciona de manera similar pero con menos imaginación y sin responsabilidad. Me preocupa que las personas dejen de pensar por sí mismas.

-¿Leíste a otros autores argentinos además de Julio Cortázar, por el que declaraste tu admiración?

-En este momento estoy leyendo a Mariana Enriquez, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Doy Borges cuando enseño. Cortázar es un escritor de mis inicios; cuando recién empezaba, fue una figura central por su gracia y su inteligencia, la manera en la que sus mundos van y vienen de lo real a lo fantástico. Me entusiasma la idea de visitar la Argentina, muchos autores me han resultado inspiradores.

-¿Tus hijas leyeron tus libros y cuál es el que prefieren?
-Su favorito es Mi abandono. Mis hijas se sienten en general avergonzadas de las cosas que hago, pero a veces se sienten orgullosas. Cuando alguien saca un libro mío de la biblioteca y lo ven, me escriben para contarme. También creo que se sienten confundidas, porque doy una imagen de felicidad y mis libros son aterradores por momentos. Espero poder hablar de esto cuando ellas crezcan.

Daniel Gigena
Diario La Nación, 2 de agosto de 2023

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