F Un cuentista notable - Carlos Sánchez Viamonte

Un cuentista notable

El hábito de la desesperanza es más terrible que la propia desesperanza.
Camus


El desconocimiento, lo chabacano, la ignorancia, la fatuidad vienen exterminando sin piedad; de generación en generación. En todo. No menos de setenta años a esta parte, diría mi padre, rebuzna la brutalidad reinante. Y no sólo en jóvenes. En personas de cincuenta, sesenta o más. Profesionales y no profesionales se unen en esta suerte de ignominia, idiotez, necedad, cretinismo y disparate. Convivimos en una sociedad donde lo cultural, lo estético o la cortesía han caído en lo más abyecto, en un mercantilismo espurio, falaz. Quedan islas, islas donde el refugio es indispensable para respirar.

En la década de los 80 un entrañable y admirado amigo, José Martínez Suárez, me cuenta que le llegó a sus manos un libro, Todo es Dios, de un autor llamado Mundin Schaffter. Tiene el sello de Editorial Lumen, primera edición 1953, ejemplar 3677. En la primera hoja figura, manuscrita, la siguiente inscripción: “Librería Soler 3701. Acta 309.140. – 22/11/54”. Éste volumen le fue cedido al amigo de José por una persona que trabajaba en la Procuración de la Ciudad de Buenos Aires. Dicha inscripción manuscrita evidencia que se cumplió con un decreto del Intendente de la ciudad que ordenaba el secuestro del libro, acción que se cumplió en la librería citada. La razón por la que se ordenó el secuestro de la edición es porque uno de los quince cuentos, titulado “La pequeña carne blanca”, trata sobre la antropofagia. Y a continuación me entrega el cuento.

Durante años intenté conseguir ese libro sin posibilidad. Busqué en viejas librerías, consulté con amigos, pregunté a escritores, a intelectuales, en bibliotecas. Nadie sabía nada del autor ni del libro. Un cuento notable, de una intensidad pocas veces lograda en nuestro medio. Ya volveremos sobre su literatura.

La investigación me llevó a descubrir que en 1958 se realizó el Concurso Internacional de novelas Editorial Losada. El ganador fue el escritor español Manuel Mejía Vallejo con su obra Al pie de la ciudad. La Editorial recomendó, además de publicarlas, ocho novelas. Entre ellas las de dos escritores argentinos: Los dueños de la tierra de David Viñas y La otra mejilla de Mundin Schaffter.


Después de mucho tiempo pude conseguir el libro de cuentos gracias a mi hijo Emiliano. Primera edición, Editorial Lumen, Tucumán 2926, T.E. 62-6646, Buenos Aires. Ejemplar 0830. Precio m$n. 20.- La obra está dedicada: “A mis padres. Y a aquellos cuyo amor me ha educado. Mi gratitud”.

Su lenguaje, su clima, su ritmo inquietante, nos llama la atención. El dramatismo lleva a niveles en el cual la intensidad y la acción van de la mano. Observamos el conocimiento de la técnica narrativa en textos estremecedores como en otros plenos de ternura y simple belleza. A veces se desliza hacia lo patético y, en el caso de “La pequeña carne blanca”, hacia lo terrorífico. Este cuento justifica una vida literaria.

Por momentos sospechamos que cierto nihilismo y amargura lo conducen a una tesis onírica, una suerte de sueño y realidad que se manifiesta en sus páginas. Por momentos, observamos que el autor sentía lo vano de las cosas. Ese sentimiento creemos descubrirlo en Reuben Wiborg, Querido mío o incluso en Nalib Matrajt. El destino es uno: a veces, encubierto; otra, sorpresivo. Hay en sus cuentos una candorosa mirada, cierta presencia sobrenatural y una mágica fatalidad. Sabe fotografiar escenas; su escritura, a veces, nos deja una imagen pictórica. Palpitamos la presencia de la muerte, la fantasía femenina, una mezcla de lo ilusorio con lo real, lo fantástico es sutil, dulcemente ambiguo. La crudeza, pero sobre ella el ensueño. En un cuento breve, Hasta más ver, analizamos una conciencia literaria exigente y un equilibrio inmediato que roza el melodrama en una suerte de aventura metafísica. En cada página las categorías de la emoción: iluminadas, fuertes.

También observamos que la banalidad linda con la tontería humana que ilumina la multitud de artimañas con las que esquivamos la verdad. No hay en sus cuentos un lugar o una fecha que identifique. Sólo por ciertos objetos o palabras podemos imaginar, a veces, un pueblo o una ciudad. Pero algo más. En las historias de Mundin Schaffter todo lo que aparece está puesto por algo, todos los elementos interactúan entre sí. Sus personajes son seres abrumados por la desesperanza, por ciertos secretos; son antihéroes dolientes. Sometidos a un destino adverso nos dejan ver sus debilidades en las que el lector agudo se reconoce.

El cuento "Todo es Dios" transitan las zonas más profundas del ser. El miedo, el amor maternal, la búsqueda de uno y la del otro, la confusión, el presagio, la enfermedad mental, los recuerdos de la infancia, el dolor del padre, la necesidad del hijo, la poesía de Rilke desde lo simbólico espiritual.

En "Sol en la arena" una familia acomodada, de la alta burguesía vive el verano y la angustia de un hijo que piensa suicidarse, irse definitivamente por tedio, por cansancio. Está la presencia de Dios pero también la desesperanza, el afecto, el amor mezclado con la angustia existencial. Lo febril de cada diálogo es ejemplo narrativo. Detrás, otra vez, el abandono paterno. Un relato estremecedor. Un análisis aparte merece el paisaje, el entorno de cada cuento, la naturaleza, el hábitat. Creo que es suficiente, amigo leedor, creo que es suficiente. El resto de los cuentos poseen el mismo nivel de celsitud. Veamos el comienzo de "Romance de tierras bravas": “Ocurrió hace mucho tiempo, cuando las caras de mis abuelos blanquearon su ansiedad entre aquellas tierras. Llegaron en carreta, él y ella, los primeros en cruzar la inmensa soledad hasta el borde virgen de los grandes lagos…”

¿Por qué - uno se cuestiona - el desconocimiento, la ingratitud, el olvido, el desinterés de ciertos autores, de ciertos libros? Cabe preguntarnos adónde va la literatura. ¿Hay una pérdida de sustancia, una falta de contenido? ¿Hay una desnaturalización estética? En las últimas tres décadas palpitamos una descarga de irracionalidad, de desfiguraciones sectarias y otros excesos que tienen relación con la sociedad líquida, la crisis del lenguaje, la industria cultural, la atomización espiritual, el reino de la cibernética, las desfiguraciones de una intelectualidad empobrecida. El extravío y la amenaza de servidumbre asedian en medios, en universidades, en ideologías. Un lenguaje lastimoso, empobrecido, cuando no ineducado o vulgar.


Juan Carlos Eduardo Mundin Schaffter, conocido como Carlos Thompson (7 de junio de 1923 – 10 de octubre de 1990). Sus padres eran de origen alemán y suizo. De él hablamos. Un actor que triunfa en Hollywood (como su contemporáneo Fernando Lamas), en los años 50. Trabajó junto a Robert Taylor, Eleanora Parker, Yvonne De Carlo, Pier Angeli. Entre nosotros, Laura Hidalgo, el radioteatro, el cine nacional. Vivió también en Europa, casado con Lilli Palmer, antes tuvo relaciones con María Félix y Lola Flores. Su verdadera vocación fue siempre la literatura. En su casa de Suiza escribe, en alemán, sus investigaciones sobre el supuesto asesinato del general Wladyslaw Sikorski, una acusación burda contra Churchill. Un verdadero suceso que le da prestigio y notoriedad: The Assasintion of Winston Chuchill (1969). Trabajó en el cine alemán y en la televisión británica.

El gran escritor siciliano, Leonardo Sciascia escribió: “El hombre puede cometer dos errores. Uno es irse de su patria. El otro es volver”. Desde mi óptica diría que el hombre sólo comete un error: volver. Regresa a Buenos Aires en 1990. Al poco tiempo se suicida de un tiro en la sien derecha; el 10 de octubre. Lo encuentra su chofer quien debía llevarlo al Teatro Regina para protagonizar Cartas de amor de A.R. Gurney, junto a Chunchuna Villafañe. Regresa al país abatido por la soledad, por la muerte de Lilli Palmer -cuatro años antes- a causa de un cáncer. Fue un abierto crítico de los roles de Hollywood y de la calidad de sus películas. Sus cuentos merecen ser reeditados. Resumiendo: una tensión lúcida para el lector que busca la excelencia.

Carlos Penelas
Buenos Aires, septiembre de 2018
www.carlospenelas.com

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