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La ruta mágica de Juan Rulfo

"Los descendientes de Rulfo quieren preservar su figura en el plano del terreno cultural ahora que los funcionarios oficiales se apresuran en convertirlo en material turístico."



JUEVES: Viaje a la casa de Pedro Páramo
A los ocho años era huérfano. Al padre lo habían matado de un hachazo y la madre murió poco después. Lo criaba su abuela que luego lo entregó a un orfanato. La infancia no era un buen sitio para volver con los recuerdos. Lo mejor podrían ser las ensoñaciones nebulosas y rápidas del alcohol a pesar del desastre social y de las resacas en las que cada minuto dura como un año.

El niño huérfano, el joven alcohólico se llamaba Juan Rulfo (1917- 1987) y era un hombre silencioso y distante, tímido y esquivo. Un tipo sensible y observador que escribió a pesar de todo, o por eso mismo, dos libros que pertenecen a la historia de la literatura de la lengua española: Pedro Páramo y El llano en llamas.

Los descendientes de Rulfo quieren preservar su figura en el plano del terreno cultural ahora que los funcionarios oficiales se apresuran en convertirlo en material turístico aprovechando que en mayo venidero se cumple el centenario del escritor nacido en Sayula, el estado mexicano de Jalisco.

El alcalde de esa ciudad, Jorge Campos, dijo a los medios que se trabaja en «Una ruta turística cultural y la construcción de espacios» para los festejos en Sayula, San Gabriel y Tuxcacuesco, tres municipios que inspiraron la obra del escritor. El recorrido por la zona natal de Rulfo se llamará El realismo mágico de Juan y llevará a los viajeros a conocer escenarios descritos en sus libros y pasajes de su vida.

La familia del autor de Pedro Páramo pidió a los gobernantes «abstenerse de gastar cualquier suma» en realizar homenajes a su pariente. Solicitó, además, no organizar actividades de naturaleza efímera y «evitar el sesgo político». En una misiva hecha pública en los medios mexicanos solicitaron que el dinero que se utilizaría para esos homenajes sirviera para darles becas a jóvenes en disciplinas como la fotografía, el cine o la literatura y no para justificar la promoción «de un grupito de escritores de cuarta o quinta categoría».

Una de las pocas ventajas que deben tener los escritores que no pueden asistir a su centenario es la de no tener que ver la categoría de homenajes que le preparan. Rulfo estaría espantado de verse como figura central de una ruta turística por muchas veces que le pongan detrás la palabra cultural.

VIERNES: Labrador Ruiz, el tiempo dirá
Si Franz Kafka hubiera nacido en Cuba sería un escritor costumbrista, dice desde la lejanía de la muerte Enrique Labrador Ruiz (Sagua la Grande, 1902- Miami 1992), uno de los más grandes narradores cubanos del siglo XX, amigo de parrandas continentales de Pablo Neruda, un tipo controvertido y talentoso que vivió exiliado en España y Venezuela y fue a pasar los últimos días de su vida y de su olvido en un pequeño apartamento en el sur de La Florida.

Labrador, autor de novelas como La sangre hambrienta y la colección de cuentos El gallo en el espejo, se consideraba muy cercano a «Quevedo, el prosista. Él ha sido mi maestro. Después vinieron otros, Ramón Gómez de la Serna y Valle-Inclán».

En una larga conversación con su amigo y compatriota el historiador y crítico Alejandro Anreus, el escritor recuerda que fue Pablo Neruda el que lo convenció para que ingresara en el Partido Comunista de Cuba. «Me hice miembro durante la guerra. Era el apogeo del Frente Popular y el antifascismo. Además, coño, la pérdida de España nos había dolido a todos, los comunistas y los no».

«Neruda fue a Cuba», agrega, «nos fuimos a dar unos tragos y él me dijo que me hiciera miembro que mucho me iban ayudar como escritor. Nos emborrachamos y fuimos y me inscribí. Después lo celebramos con Nicolás Guillén y Félix Pita Rodríguez».

Recuerda que con el chileno compartió muchas copas «y prostíbulos en La Habana, México y Santiago. Pablo es un gran poeta, eso nadie lo puede negar. Los grandes poetas de América son Darío, la [Gabriela] Mistral, [César] Vallejo, Pablo [Neruda] y [Octavio] Paz. Él mandó a Jorge Edwards a que me visitara en La Habana y Edwards se me apareció con un par de botellas de whisky enviadas por Pablo. Fueron bien bebidas».

Labrador confiesa que no les prestaba atención a los escritores de Orígenes. De ese grupo, nadie me interesaba, excepto Lezama, dice. «Como poeta, no como novelista. De novela Lezama no sabía un carajo, pero es un gran poeta. El verdadero heredero de Góngora».

El también periodista y ensayista habla de la sensibilidad de Alejo Carpentier para escribir sobre las artes plásticas. «Alejo escribió buenos textos sobre [Wifredo] Lam y [Eduardo] Abela, nuestro barroco tropical. Lo que Alejo nunca hacía era pagar la cuenta. Si salías con él, eras tú el que pagaba».

Labrador Ruiz es considerado un traidor por el grupo que controla dictadura en su país. En Miami, es un escritor del exilio que no publicó libro y murió en silencio a finales del siglo pasado. Cuando su amigo Anreus le preguntó por el destino de su obra, el intelectual dijo: «El tiempo dirá».

Raúl Rivero
Diario el Mundo, Madrid.

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